Doha, Catar

«¡Adiós Sassa! ¡Adiós Blueberry!»: en una zona protegida de la playa de Fuwairit, en el noreste de Catar, Lolwa, de 6 años y medio, anima a las dos crías de tortuga carey que acaba de liberar para que vayan al mar.

De las miles de tortugas de esta especie que nacerán este año en esta playa, solo 1 de cada 1.000 sobrevivirá a los depredadores y a las redes de pesca para alcanzar la edad adulta a los 25 años.

Por ello, la tortuga carey -la única que se reproduce en Catar- fue incorporada a la lista roja de especies amenazadas en 1982, antes de ser clasificada como «en peligro crítico de extinción» en 1996.

Catar lanzó en 2003 un programa de conservación que permitió liberar a 30.000 crías en los últimos cinco años, de las cuales más de 9.000 en 2020, cuando la pandemia de covid-19 vació las playas de los humanos.

Si estos animales, que desempeñan el «papel de aspiradora» al comer medusas y algas, desaparecieran, «esto tendría consecuencias para toda la vida submarina», explica Mohamed Seyd Ahmed, experto en fauna silvestre en el ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático de Catar.

Entre abril y junio, su equipo vigila a las hembras que vienen a poner sus huevos. Las mide, las limpia, las cura si es necesario, y las equipa a veces con trazadores para seguir sus movimientos en el mar.

Sus nidos bajo la arena son vaciados de sus huevos, colocados al abrigo de las mareas y de los depredadores bajo un toldo.

En la eclosión, unos sesenta días después, «las crías sanas son liberadas en el mar. Las más pequeñas y las más cansadas se meten en una piscina para que tomen fuerzas», prosigue Mohamed Seyd Ahmed.

– Nuevos hábitos –
Esta noche de junio, los empleados del programa reciben ayuda de Lolwa, Shaikha, de 8 años, y Abdullah, de 9.

Estas visitas forman parte de una iniciativa del Dadu, un museo para niños, destinada a sensibilizarlos sobre los peligros que acechan a la naturaleza.

«No hay esperanza para los adultos. Pero los niños pueden interiorizar todas estas cosas e integrar nuevos hábitos en su vida», explica Clara Lim, representante del museo.

El primer hábito a considerar es «no tirar bolsas de plástico en el mar porque las tortugas se quedarán atrapadas dentro» o se las comerán, dice Shaikha.

La falta de espacio en las playas, la caza furtiva y el cambio climático son otras amenazas para la supervivencia de estas especies.

Las tortugas marinas regresan por instinto a poner sus huevos en su playa natal. Por lo tanto, será posible evaluar el éxito de este programa, pero sólo cuando las primeras tortugas liberadas en 2003 alcancen la edad de reproducción en 2028.

Este año, con 97 nidos (cada uno con entre 80 y 120 huevos) en Fuwairit -en comparación con solo 15 en 2012-, «las estadísticas muestran que hay más y más tortugas que vienen a reproducirse aquí», se felicita Thierry Lesales, presidente del Grupo de Historia Natural de Catar, involucrado en el programa diseñado para los niños.