Las Piedras, Uruguay. 

Con una experiencia de vinos 100 % orgánicos escondida bajo la manga desde 1997, Uruguay impulsa hoy el cultivo «inocuo» en sus viñedos como «buque insignia», a lo que proyecta un panorama global cada vez más consciente de los «estragos» provocados por los agroquímicos.

Un vistazo rápido a la góndola de los supermercados es suficiente para notar que las etiquetas que aseguran un producto elaborado bajo estándares que garantizan la salud de las personas y la preservación medioambiental afloran por doquier.

Un planeta, una vid

Para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la transición hacia una alimentación y una agricultura sostenibles pide «acción inmediata» y, por ello, en 2018 planteó 20 acciones guía que abarcan «mejorar la salud del suelo y restaurar la tierra» o «hacer frente y adaptarse al cambio climático».

Es en esta línea que el Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi) de Uruguay en 2019 comenzó a emprender el camino de la producción sustentable con un programa que, como apunta en diálogo con Efe su jefe de Asesoría Técnica, Eduardo Félix, tendrá un rol clave para incentivar buenas prácticas ambientales en el sector.

«El Inavi (…) va a tomar como propio y a embanderarse de esto que va a ser un buque insignia para mejorar la producción de uva en inocuidad, cuidado del medioambiente y de los operarios», resalta, y añade que «por suerte» el plan no prioriza objetivos comerciales sino que surge directamente enfocado en el cuidado ambiental.

Como detalla además la jefa de Registro de Viñedos del Inavi, Bettina Bértola, si bien arrancó en 2019 como un piloto para 58 viñedos, el programa de Viticultura Sostenible, que este organismo impulsa con el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), se comenzó a abrir y abarca ya a unos 104.

Sostenible la uva, sostenible la copa

Conscientes de que la contaminación «está haciendo estragos a nivel mundial», quienes regulan y controlan la producción vitivinícola uruguaya crearon una etiqueta de vino sostenible para la cual, en la vendimia de este año, aplicaron unas 16 bodegas del país.

Si bien no se elimina totalmente el uso de pesticidas, los requisitos, que abarcan la obligación de almacenar todo agroquímico en depósitos cerrados, procuran reducir al mínimo el impacto ambiental.

«Hay productos prohibidos porque son nocivos, sea para el medioambiente o los operarios; productos que están restringidos y productos que son libres de uso, que igualmente tienen determinadas fechas de aplicación, con lo cual aseguramos que esa uva que se va a producir va a ser inocua para los consumidores», enfatiza Félix.

Más allá de la iniciativa de prohibir compuestos como el Paraquat, un herbicida altamente peligroso, o reducir la frecuencia del uso de cobre para que no se acumule y contamine el suelo, para el experto hay otras iniciativas prometedoras, como las variedades de vinos PIWI.

De origen suizo, ésta consiste en crear una semilla híbrida entre variedades de uva americanas y europeas de forma que una cepa europea gane la mayor resistencia natural a los hongos que tienen las americanas.

El as bajo la manga

En 1997, ante una crisis en la venta local, el bodeguero Juan José Arocena quiso comenzar a exportar los vinos que su familia elaboraba en el departamento (provincia) de Florida (sur del país).

Al ofrecerlos en Dinamarca se topó con una dificultad: nadie conocía el vino uruguayo.

Con la pista que le dio un mayorista danés, Arocena decidió entonces dar un giro y apostó a una elaboración 100 % natural, pues no aplicó a las uvas ningún compuesto químico, fertilizante, herbicida o fungicida y basó su producción en fumigar con elementos naturales.

Como resultado, la hoy desaparecida bodega De La Cruz, vendida en 2007 a una firma italiana, creó en variedades tintas, blancas y rosadas -como Cabernet o Moscatel- un vino aprobado por certificaciones europeas que lo distinguieron como «orgánico» y pionero de su tipo en Suramérica.

La sorpresa, dice Arocena, fue que muchos diabéticos se acercaron a decirle que, si bien no podían tomar vinos convencionales por el azúcar residual que tienen, estos no los afectaban.

Este hallazgo fue comprobado por un estudio que arrojó que, por el tratamiento natural, la levadura de estos convertía todo el azúcar en alcohol y los hacía aptos para quienes sufren esa enfermedad.

Actualmente, sin la «bodega madre», Arocena tiene unas cinco hectáreas de tierra y decidió mantener para «clientes fieles» una acotada producción, «Los Ecológicos», que, dice, no apunta alto pero sí ve con buenos ojos los impulsos sostenibles del Inavi.

A lo que el enólogo reconoce que una producción 100 % libre de agroquímicos es «muy cara» para competir en el mercado global, coincide con Félix en que esta es la movida que «se viene» en el mundo.

«El mundo va a ir hacia eso. Es como escuché de que a partir del 2035 no se comercializan más autos a combustión en Europa, imagino que en ese proceso también a partir de tal año no se va a poder comercializar más vinos que se apliquen agroquímicos», concluye el experto del instituto de un país que ve en la vid un potencial de ser más verde.

Por: Alejandro Prieto.