Magaliesburg, Sudáfrica.
Los burros de Sudáfrica están en declive a causa de la caza furtiva, fomentada por un lucrativo tráfico hacia China, donde su piel es casi tan codiciada como los cuernos de rinoceronte por sus supuestas virtudes medicinales.
Según un estudio reciente de la Universidad de Sudáfrica, el número de especímenes de ese animal en el país ha disminuido casi un 30 por ciento en 20 años, pasando de 210 mil cabezas en 1996 a 146 mil en 2019.
El mismo fenómeno ocurre en otros países africanos, lo que hace temer a los defensores de los animales que la especie se acabe extinguiendo en el continente en tan solo unos años.
La culpa la tiene una misteriosa sustancia llamada «ejiao» que se extrae de la piel del animal, previa ebullición. El principal consumidor de la sustancia es China, que requiere más de 10 millones de burros al año para alimentar este mercado que mueve millones de euros, según la organización británica de protección de los asnos Donkey Sanctuary. En Asia, el precio del «ejiao» puede alcanzar el equivalente a 340 euros (357 dólares) el kilo.
Ningún experimento científico lo prueba, pero según la medicina tradicional china, ese remedio «milagroso» posee propiedades parecidas a las que se atribuye al cuerno de rinoceronte: mejora de la circulación sanguínea, freno al envejecimiento, estimulación de la libido y de la fertilidad.
Servido en forma de bebida o con nueces, como aperitivo, el «ejiao» se reservaba en otro tiempo a los emperadores. Pero ahora cada vez está siendo más demandado por la clase media china.
La población de burros de ese país se ha reducido a casi la mitad en los últimos años, por lo que China ha empezado a recurrir a Sudáfrica para satisfacer la demanda. En el continente, la piel de asno se utiliza, sobre todo, para transportar productos agrícolas o agua y no tiene ningún valor comercial.
Microchips
Varios países africanos, que han constatado un recrudecimiento de los robos en los últimos años, han prohibido la exportación de piel de burro y han cerrado mataderos para proteger a la especie.
«Hemos tenido que poner en marcha medidas de seguridad», como vallas electrificadas, sistemas de alarma y microchips de rastreo, explicó Jesse Christelis, un ganadero de Magaliesburgo, a una hora de Johannesburgo.
Christelis posee una de las dos granjas de producción de leche de burro que hay en el país.
Sudáfrica exporta oficialmente 10.500 pieles cada año a Hong Kong y China. Pero la cantidad real seguramente sea mucho mayor, a causa del mercado ilegal. En 2015, las autoridades interceptaron unas 3.000 pieles sospechosas de estar destinadas al tráfico, cuyo valor total se estimaba en más de 285.000 euros (299.500 dólares).
El Departamento de Agricultura de la recóndita provincia de Noroeste, especialmente afectada, declaró que está «investigando cada incidente que se denuncia».
El país es un experto en la lucha contra la caza furtiva de rinocerontes, amenazados, y lleva a cabo un combate altamente tecnológico con sensores digitales y cámaras térmicas.
Pero la protección de los burros -que suelen ser sacrificados de forma ilegal en unas condiciones a menudo denunciadas por las oenegés- todavía no ha alcanzado ese nivel de sofisticación.
Los asnos «principalmente se guardan en zonas rurales, donde la tecnología no existe realmente», explicó Christelis, denunciando un aumento exponencial del precio de esos animales, que ha pasado del equivalente de 28 euros (29 dólares) a 120 euros (126 dólares) en cinco años.
Esta alza, combinada con la bajada de la población, amenaza a una industria incipiente de leche de burra, un producto demandado contra las enfermedades de la piel, indican los ganaderos.
«Era fácil encontrar asnos», dijo Christelis. Pero hoy «ya no estamos seguros de poder responder a la demanda», admite el hombre, que guarda a sus 116 burros bajo altas medidas de protección.
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