Bruselas, Bélgica.
Hay científicos que piensan que llegará un día en que la Tierra disponga de energía limpia, segura e inagotable, imitando el proceso de fusión nuclear que nutre las estrellas.
Pero como quedan décadas para que esa utopía cósmica sea técnicamente posible y comercialmente viable, hay que encomendarse a soluciones más ágiles para que 8.000 millones de personas puedan consumir energía sin agravar la crisis climática.
Y cada vez se habla más del hidrógeno verde, un gas inflamable y limpio que puede sustituir parte de la demanda de gas natural, hidrocarburo fósil que libera dióxido de carbono.
La Agencia Internacional de la Energía prevé que su consumo se multiplique por seis para 2030 y la Comisión Europea estima que supondrá el 10 % de la demanda energética de la Unión Europea en 2050, frente al 2 % actual.
Tendrá un papel protagonista en sectores difíciles de electrificar, como los procesos a alta temperatura en industrias químicas y siderúrgicas y como combustible para camiones o barcos.
¿Qué es?
El hidrógeno es el elemento químico más abundante en el universo, pero en la Tierra aparece asociado a otros átomos, generalmente de carbono (metano) o de oxígeno (agua), y hay que aislarlo.
El llamado hidrógeno gris o marrón, obtenido a partir de hidrocarburos, es mucho más barato que el hidrógeno verde, fabricado con renovables, pero libera gases de efecto invernadero equivalentes a las emisiones anuales de CO2 de Indonesia y el Reino Unido.
El hidrógeno verde, en cambio, se considera un vector energético limpio porque se aísla rompiendo las moléculas del agua mediante electrólisis y para ello se emplea el excedente de electricidad renovable, por ejemplo, aprovechando los megavatios generados por el viento durante la noche, cuando baja el consumo.
La UE siempre ha tenido un ojo en el hidrógeno, pero el gas natural era la gran apuesta comunitaria para la transición energética.
Sin embargo, el abaratamiento de las energías renovables, el aumento del precio por emitir CO2 y la voluntad política de alejarse aceleradamente de los hidrocarburos rusos han despertado aún más el apetito de los Veintisiete.
Bruselas proyecta una inversión comunitaria de entre 180.000 y 476.000 millones de euros en el sector hasta mitad de siglo y aspira a que la UE produzca 10 toneladas e importe otras tantas al final de la década.
Obstáculos
El principal problema es «el coste de la energía para generarlo y las redes de distribución, porque comprimir hidrógeno y enfriarlo es caro», comenta a Efe el experto de la consultora española Zabala Innovation Juan Cristóbal García.
Actualmente, se mueve entre 2,5 y 6 dólares el kilo, según la firma KPMG, frente a la horquilla de 1 a 2,7 dólares del hidrógeno gris, aunque la Agencia Internacional de la Energía Renovable (IRENA) espera que los costes se equiparen en la próxima década y cree que muchos países tienen potencial para producir hidrógeno limpio por menos de 1 dólar el kilo en 2050.
España, donde hay sol, viento, suelo disponible e industrias intensivas, acapara el 20 % de los proyectos de hidrógeno que se anuncian y aparece como el undécimo país del mundo mejor situado para fabricar hidrógeno barato y el primero de la UE, según IRENA.
Transportar moléculas
La escasez de platino o iridio también complica la ecuación, aunque se investigan otros catalizadores no metálicos para el proceso de electrólisis.
Pero el gran desafío del hidrógeno son sus moléculas: son muy pequeñas, y eso es un gran problema.
Transportar un 100 % de hidrógeno por gasoductos concebidos para gas natural provocaría fugas, y el hidrógeno aislado desencadena reacciones químicas que potencian otros gases de efecto invernadero. Además, se dañarían los equipos electrónicos de los conductos.
Por ahora, se mezcla. España permite hasta un 5 % de hidrógeno en tuberías de gas natural, mientras se investiga si se podría elevar al 20 %.
La distribuidora española Sedigas quiere aprovechar al máximo los 11.000 kilómetros de gasoductos que tiene en la península, mientras se estudian futuras interconexiones para llevar hidrógeno desde África y desde la península ibérica hacia el resto de Europa.
Pero requiere «comprimir y enfriar el gas y proteger las tuberías, y eso es caro y gasta energía», apunta García.
Otros caminos
En lo inmediato, las plantas para fabricar hidrógeno verde donde la industria lo vaya a consumir parecen viables, como la que acaba de inaugurar la eléctrica Iberdrola en Puertollano (Ciudad Real), capaz de producir 2.000 toneladas de hidrógeno al año que el grupo de fertilizantes Fertiberia empleará «in situ» para obtener amoniaco.
También existe consenso sobre su potencial para los camiones, difíciles de mover con electricidad, y fabricantes como Toyota, Hyundai, Honda y BMW que apuestan por una red hidrogeneradora para abastecer también a automóviles con pilas de hidrógeno, mientras que Rolls Royce trabaja turbinas para aviones pequeños.
«Hay mucha lucha de intereses» y «nadie tiene certeza sobre cuáles van a ser los caminos que triunfen», apunta García sobre el maná energético estrella del reciente Foro de Davos, que también se abre camino en Arabia Saudí, Estados Unidos, Namibia, Alemania, Mauritania, Países Bajos, Chile o India.
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