Francia.
Un equipo internacional de científicos ha desarrollado una molécula capaz de anular la resistencia de la tuberculosis a la etionamida, un antibiótico clave en el tratamiento de las formas más graves de esta enfermedad.
La molécula, probada en modelos de ratón, no solo permitirá volver a utilizar eficazmente este fármaco para tratar esta enfermedad contagiosa sino que, además, servirá para reducir las dosis de este antibiótico que causa importantes efectos secundarios en los pacientes.
El estudio, publicado este miércoles en la revista Science Translational Medicine, es una colaboración entre científicos del CNRS francés, el Instituto Pasteur de la Universidad de Lille, la biotecnológica suiza Bioversys, y la farmacéutica GlaxoSmithKline España.
La tuberculosis, que causa cerca de dos millones de muertes al año, es una de las grandes amenazas de salud global, una enfermedad infecciosa respiratoria causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis que cada año infecta a unos diez millones de personas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La terapia estándar consiste en combinar cuatro antibióticos -desarrollados en la década de 1960- durante seis meses pero si la infección es del tipo resistente, en ese caso, el tratamiento, que dura entre 9 y 18 meses, puede alargarse hasta casi dos años en los casos más graves (multirresistentes).
«El 95 % de los pacientes que completa el tratamiento se cura pero el incumplimiento del tratamiento por la duración y el gran número de pastillas es alto. Si se interrumpe, la tasa de éxito baja estrepitosamente y el paciente acaba derrollando las formas resistentes de la enfermedad», explica a Efe David Barros, responsable del centro de I+D de GSK y coautor del estudio.
En el caso de los pacientes con las formas más resistentes de tuberculosis, los fármacos que se utilizan ni siquiera son específicos para la enfermedad pero son la única alternativa que hay. Para estos enfermos, la tasa de éxito si se completa el tratamiento es del 50%.
Este bajo porcentaje de éxito es consecuencia de la elevada resistencia de la tuberculosis a los fármacos que forman parte del tratamiento, como la rifampicina, que tiene que ser reemplazada por otros de segunda línea como la etionamida, normalmente reservada para las formas multirresistentes.
Por eso, el principal reto de los científicos es buscar fármacos contra esas resistencias o contra las nuevas cepas de la enfermedad.
El estudio de GSK se ha centrado en la etionamida, un antibiótico que actúa sobre la pared celular que protege a la bacteria. Sin embargo, en las formas resistentes, la bacteria logra evitar la actividad de este fármaco.
Además, «la etionamida tiene un defecto, provoca importantes efectos adversos que impiden que se pueda tomar en una dosis adecuada o durante mucho tiempo, aunque se prescribe para tratamientos que duran entre 9 y 18 meses. Los pacientes vomitan constantemente y para evitarlo, se les dan dosis más bajas que les ayudan a tolerarlo pero hacen que el tratamiento ya no sea eficaz», explica Barros.
Para solucionar ambos problemas, los autores del estudio han sintetizado una molécula que potencia la actividad de la etionamida y han demostrado su eficacia en modelos de ratón con tuberculosis aguda y crónica.
El compuesto desarrollado por los autores -denominado SMARt751- convierte a la bacteria «en un superactivador de la etionamida y fuerza a la bacteria a que la metabolice en algo que la va a matar. Así logramos que la actividad de la etionamida se multiplique por diez» detalla.
«Multiplicar el poder de la etionamida, permitirá reducir hasta cinco veces la dosis actual de antibiótico que se da a los pacientes y con ello reducir los efectos secundarios de la terapia y mejorar el éxito de un tratamiento que ahora mismo no es eficaz», concluye el investigador.
Además, este mecanismo revierte la mayoría de las resistencias al tratamiento con etionamida y permite que este antibiótico vuelva a ser útil para combatir las formas de tuberculosis más graves.
Y aunque los resultados de este estudio se publican hoy, los investigadores han seguido trabajando en otras moléculas de este tipo más evolucionadas que el SMARt751 que ya han llegado a la fase clínica y que se están administrando a voluntarios sanos en hospitales de Barcelona y Madrid.
En las próximas semanas, comenzarán los ensayos para probarlas en fase II en pacientes en Sudáfrica.
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