Latinoamérica.

En la mayor parte de los países de América Latina y el Caribe hay un número significativo de población que no ha recibido el esquema completo de vacunación contra COVID-19 debido a la falta de equidad en el acceso y distribución de las vacunas, pero también a la indecisión a inmunizarse debido a una deficiente información por parte de los gobiernos.

Al 20 de abril, según datos de la plataforma Statista, solo diez países de la región han alcanzado el objetivo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de vacunar al 70 por ciento de la población: Chile, Cuba, Uruguay, Argentina, Perú, Costa Rica, Ecuador, Aruba, Brasil y Bermudas. En el extremo opuesto están Jamaica y Guatemala, por debajo del 35 por ciento de población con esquema completo.

Si bien parte de la razón tiene que ver con problemas en la distribución y logística de las dosis, otro conjunto de causas emergentes según la InterAcademy Partnership (IAP) se debe a la “indecisión vacunal”, descrita por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “la reticencia o el rechazo a la vacunación a pesar de la disponibilidad de las vacunas”.

El informe “Countering COVID-19 Vaccine Hesitancy” (Contrarrestando la reticencia a la vacuna contra COVID-19), publicado el 26 de abril por la IAP, pone de manifiesto los problemas sociopolíticos y psicológicos que rodean a la indecisión sobre las vacunas y establece recomendaciones para superarlos.

Su copresidenta, Margaret Hamburg, dijo: “La indecisión ante las vacunas es uno de los problemas más acuciantes de nuestra respuesta a COVID-19 y, en general, de nuestra oportunidad de prevenir enfermedades y mejorar la salud”.

El reporte afirma que para mejorar las tasas de inmunización contra la COVID-19 son esenciales sistemas de vigilancia que monitoreen cualquier efecto adverso de las vacunas, así como información transparente, confiable, libre de términos difíciles de entender y de politización.

Además, recomienda que haya comunicadores científicos que entablen debates abiertos con minorías y otras comunidades marginalizadas y que estén preparados con información para responder a las reacciones de la población.

“Es importante escuchar las preocupaciones de la gente y responder a ellas para ayudar a que se sienta más cómoda aceptando las vacunas y el hecho de que protegerán su salud y prevendrán enfermedades”, afirmó Hamburg.

Sin embargo, en América Latina y el Caribe no es común que haya comunicadores de la ciencia en contacto con las comunidades. De manera que mucha población en condiciones de vulnerabilidad o de difícil acceso depende de la información que les provee el Estado, la cual, según comunicadoras de diferentes países, ha sido deficiente.

En El Salvador, la periodista Lilián Martínez cubrió para El Salvador.com la respuesta a las vacunas por parte de grupos indígenas salvadoreños. Ella detectó que, si bien la mayoría aceptaba la vacuna, había algunos líderes que las veían como potencialmente dañinas.

“Nunca hubo campañas para solventar las dudas o ideas erróneas que había alrededor de la vacunación”, y como consecuencia “tenemos 1,4 millones de salvadoreños en edad de vacunarse que no lo han hecho”, dijo a SciDev.Net.

Lo mismo opina la periodista independiente Sania Salazar, quien desarrolló un proyecto de información verificada sobre COVID-19 para trabajadoras sexuales en Colombia. “Las campañas eran muy generales y no estaban pensadas para sus necesidades ni para su comprensión. Los gobiernos locales no tenían estrategias específicas para atenderlas”, comentó a SciDev.Net.

Esto, señaló, derivó en indecisión respecto a las vacunas. “Entre las desinformaciones a las que daban crédito estaban que personas que se habían vacunado habían muerto después de eso; que la vacuna tenía efectos secundarios muy fuertes; que en la vacuna iban a introducir un chip para controlarnos a todos, cosas similares”.

Para Martha Quispe Laura, quien también trabajó en un proyecto de comunicación en comunidades indígenas en Bolivia, la clave de una comunicación efectiva está en hablar su idioma y llegar a sus hogares. “Llegar al mercado donde ellos venden, compran, comer junto con ellos. Hemos ido a su lugar e interactuado con ellos”.

Tal y como lo recomienda el reporte de la IAP, las comunicadoras son testigo de que la mejor forma de responder a la indecisión entre grupos vulnerables es la comunicación efectiva, clara, empática y sensible a la situación que vive cada grupo. Sin embargo, en la región fue una labor de medios alternativos e iniciativas locales, más que una estrategia oficial de los Estados.

Por: Laura Owings and Aleida Rueda