Uruguay.
«Como medio para contar historias, me parece fascinante», dice a la AFP Lorena Barrán, de 23 años, sobre el mundo de los videojuegos, cuya pequeña pero pujante industria en Uruguay lucha por hacerse un lugar en el competitivo mercado internacional.
Cuando Lorena ingresó a la carrera de Animación y Videojuegos de la Universidad ORT uruguaya, «no era una gran gamer», pero la atraía la idea de un universo de entretenimiento en el que, a diferencia de la música o el cine, no hay espectadores sino usuarios activos. «Estás vos controlando o realmente viviendo esas historias», afirma entusiasta.
Aunque en el inicio no estaba muy empapada en el tema, junto a su compañero de clase Diego Edelman, creó para la tesis de grado un juego corto llamado Star Loop Anomaly que ganó la edición 2021 del Concurso Nacional de Videojuegos de Uruguay.
«Me apasiona la parte de la narrativa, de los personajes, de crear» esos nuevos mundos, dice por su parte Diego, también de 23 años, antes de admitir que al ingresar a la carrera «sabía que en Uruguay hay tres o cuatro lugares» referentes de la industria y «tenés que salir a pelearla».
El país sudamericano alberga actualmente unas 25 empresas de videojuegos y alrededor de 15 estudios aún no formalizados, resume a la AFP Laia Barboza, más conocida en el mundo gamer como ‘Laia Bee’, cofundadora de Pincer Games e integrante de la Cámara Uruguaya de Videojuegos.
«Es una industria muy competitiva pero con mucho crecimiento. No olvidemos que los videojuegos facturan más que la música y el cine juntos», añade.
Puerta de entrada
En los últimos dos años, el sector ha tenido un mayor empuje.
A través de un programa gubernamental, la oficina uruguaya de la empresa tecnológica Globant comenzó en 2020 a capacitar personas para montar un centro de ‘testing’ de videojuegos en Montevideo que hoy es «uno de los más grandes de Latinoamérica para la industria triple A», explica a la AFP Matías Boix, a cargo de la estrategia técnica en el unicornio argentino.
Unos 300 jóvenes ya pasaron por el programa de Game Testing que les enseñó herramientas básicas para probar distintos aspectos de videojuegos en desarrollo, desde su jugabilidad hasta su compatibilidad con las distintas plataformas.
Estas pruebas son fundamentales en la cadena de producción de un videojuego, en particular los ‘triple A’, la clasificación para los más importantes de la industria, como el FIFA o el League of Legends.
Boix indica que el 90 por ciento de quienes pasaron por el programa de capacitación de seis meses siguió luego trabajando en el sector tecnológico.
Una en un millón
Pero esta industria es aún pequeña en Uruguay, donde las oportunidades no cunden y, al igual que en el resto de América Latina, la creatividad y el ingenio siguen siendo los valores más destacados para competir con presupuestos abultados.
En el mercado regional «se destaca la pasión», dice Laia Bee. «No tenemos tantos recursos como en otros lados, tenemos que usar nuestra imaginación y eso hace que muchas veces nuestros productos se destaquen a nivel internacional», agrega.
Dado que el de videojuegos es un sector netamente exportador, no hay particularidades temáticas o de estilo de la región, señala Juan Pais, gerente de proyecto de Ironhide, el estudio responsable del juego más exitoso de Uruguay: Kingdom Rush.
«Podés hacer lo mismo que hacen en Estados Unidos, pero hay diferencias a nivel presupuesto», sostiene el experto. «Acá la industria es más independiente, hace juegos más chicos, porque no se manejan los recursos que en Norteamérica, Europa o Asia».
Pero aún en este ecosistema pueden aparecer sucesos como Kingdom Rush, que surgió en 2010 y se convirtió en un fenómeno internacional, llegando a despuntar en los listados de las tiendas de Google y Apple, con más de 100 millones de descargas en siete idiomas.
El producto se convirtió en «la punta de lanza» del género ‘tower defense’, un estilo de juegos de estrategia.
Si bien Ironhide es la empresa local más fuerte, Pais señala que «hay otras a las que les va bien» y siempre está la posibilidad cada vez más común de emprender en grupos pequeños.
Hoy en día, equipos de «un artista y un programador» pueden desarrollar su propio juego de forma independiente, asegura.
Diego y Lorena apuestan al todavía tenue pero sostenido crecimiento de la industria.
«Se nota que hay movimiento. Hay gente apasionada por hacer esto. Mucha cosa ‘indie’ de un grupito de gente que hizo un juego y le pegó», dice Diego, señalando a Kingdom Rush.
«Ironhide es eso: tres amigos que hicieron un juego que tuvo mucho éxito y eso los convirtió en una empresa grande llena de gente. (…) Es una en un millón, pero pasa».
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