Ucrania

Viven como tantos otros bajo el fuego del ejército ruso, pero los ucranianos del Hospital Regional de Enfermedades Infecciosas de Járkov libran a su vez otra importante batalla. Es contra un enemigo más silencioso que las bombas, pero también muy peligroso: el coronavirus.

Son decenas de pacientes que van superando cada día no solo con el miedo a ser vencidos por el virus, sino a ser bombardeados en cualquier momento. Muchos de ellos permanecen conectados a bombonas de oxígeno que hay que proteger a toda costa de dichos ataques.

«Como pueden ver, las ventanas están cerradas», contó el director del centro, Pavel Nartov. «Los bombardeos tienen lugar desde la mañana hasta la noche. Gracias a Dios, todavía no ha caído ninguna bomba en nuestro hospital, pero podría hacerlo en cualquier momento».

Inevitablemente, la guerra ha multiplicado también las tareas del personal sanitario. Hasta el punto de que han habilitado un refugio antibombas en el sótano del hospital para transportar a los pacientes más enfermos y debilitados tan pronto como sea necesario. «Bajamos aquí varias veces al día», explicó Nartov. «La mayoría de las veces es por la noche, pero si suenan las sirenas antiaéreas y oímos los bombardeos, también lo hacemos durante el día».

Los problemas de transporte causados por la guerra están afectando a su vez al trabajo de gran parte del personal sanitario, por lo que algunos trabajadores se han instalado en los sótanos del hospital, como confiesa la directora de departamento Delar Garbuz: «Hay mucha gente que no puede llegar hasta aquí a trabajar, así que intentamos arreglárnoslas con el personal que tenemos. Los que han podido venir se quedan aquí».

El número de contagios diarios de COVID-19 en Ucrania alcanzó su máximo histórico a mediados de febrero, cuando se llegó a los 40 mil casos. Más adelante comenzó a descender, y entonces estalló la guerra. Desde ese día la pandemia ha pasado irremediablemente a un segundo plano.