Saint-Ursanne, Suiza.
La guerra en Ucrania ha enseñado los riesgos de almacenar en superficie desechos radiactivos y ha reafirmado a Suiza en su plan de sepultar a gran profundidad sus residuos de alta actividad, un proyecto decisivo para el país.
«Nos encontramos a 300 metros bajo tierra en un laboratorio excavado» para estudiar cómo enterrar residuos radiactivos en arcilla, explica el geólogo Christophe Nussbaum, responsable del laboratorio internacional de Mont Terri, cerca de Saint Ursanne en el cantón de Jura.
Hay tres lugares en el noreste de Suiza, cerca de Alemania, preparándose para acoger estos residuos. Las empresas que explotan las centrales deben anunciar sus preferencias en septiembre y el gobierno decidirá en 2029, aunque los opositores pueden organizar un referéndum sobre la cuestión.
El centro del Mont Terri está compuesto de 1,2 km de galerías horadadas en la roca. Los nichos, con muros de unos 5 metros de altura, son estabilizados con ayuda de hormigón proyectado y albergan varias simulaciones con pequeñas cantidades de elementos radiactivos controlados por miles de sensores.
Hasta ahora se han realizado hasta 170 experimentos para simular las diferentes fases del almacenamiento (la entrada de los desechos, el precintado de las galerías, la vigilancia) y para reproducir todos los efectos físicos y químicos imaginables.
Según los expertos, se necesitan unos 200.000 años para que la radiactividad de los residuos más tóxicos vuelva a su nivel natural.
Pero los investigadores, indica Nussbaum, analizan un almacenamiento cuya duración se estima en alrededor de «un millón de años, porque es la duración para la que tenemos que asegurar un confinamiento seguro». Por ahora, «los resultados son positivos».
Para Greenpeace, Suiza va demasiado rápido. «Hay un abanico de cuestiones técnicas que no han sido resueltas: es decir la garantía que el sistema no conducirá a residuos de radiactividad, sea en 100, 1.000 o 100.000 años», dijo a AFP Florian Kasser, encargado de la cuestión nuclear.
«Empezamos la casa por el tejado porque, sin haber resuelto muchas cuestiones, estamos buscando lugares», advirtió Kasser, citando por ejemplo la necesidad de señalizar el emplazamiento para que las generaciones de los siglos siguientes sean conscientes del peligro.
Arcilla del Jurásico
En Suiza, se producen desechos radioactivos en centrales desde hace más de 50 años. Su gestión la lleva la Sociedad Cooperativa Nacional para el Almacenamiento de Residuos Radiactivos (Nagra), fundada en 1972 por la Confederación y las centrales nucleares.
Por ahora, disponen de un «almacén intermediario» en Würenlingen, a 15 km de Alemania.
Pocos países se encuentran en fases avanzadas en el almacenamiento en profundidad. Solo Finlandia construyó un centro en granito y Suecia dio luz verde en enero a una infraestructura similar.
Suiza opta por la arcilla formada en el periodo Jurásico hace 175 millones de años, cuando el norte del país estaba cubierto de un mar poco profundo.
Es un material estanco y que se hincha al entrar en contacto con humedad, sellando cualquier grieta. También hace que la mayoría de radionucleidos se fijen a estos minerales o se muevan muy lentamente, siendo capaz de confinar eficazmente estas sustancias durante largo tiempo.
Pero también es un material de escasa dureza, lo que presenta desafíos de construcción.
Horizonte 2060
Después del accidente nuclear en Fukushima, Suiza decidió abandonar la energía atómica, pero progresivamente. Los cuatro reactores usados pueden servir mientras las centrales sean seguras.
Las autoridades calculan que el abandono de este tipo de energía costará alrededor de 23.000 millones de francos suizos (24.500 millones de dólares), de los que 19.000 millones serán solamente para enterrar los residuos.
Unos 83.000 metros cúbicos de desechos, una minoría de alta actividad, deben ser sepultados en un escenario de 60 años de explotación de las centrales de Beznau, Gösgen y Leibstadt, y de 47 años para la de Mühleberg, cerrada a finales de 2019.
Los trabajos de entierro deben comenzar alrededor de 2060.
«Es el proyecto del siglo: durante 50 años hemos llevado a cabo investigaciones científicas y ahora tenemos 50 años para la autorización y la realización del proyecto», asegura Félix Glauser, portavoz de Nagra.
El periodo de vigilancia durará varias décadas antes de proceder al sellado del lugar el próximo siglo.
En un país con alta tradición participativa, la última palabra la pueden tener los ciudadanos. El Consejo Federal debe decidir en 2029 y someter el proyecto a la Asamblea en 2030.
Pero si los opositores reúnen más de 50.000 firmas contrarias, los suizos deberán pronunciarse en un referéndum.
Por: Agnès PEDRERO.
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