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El rey de los bosques panameños: ¿exterminio o preservación?

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Panamá. 

Hasta la fecha, en Panamá se han registrado 377 jaguares asesinados y la cifra va en aumento. Los registros van desde 1989 hasta 2022, según datos de la Fundación Yaguará Panamá, una ONG que actualmente a través de la ciencia se ha encargado de contabilizar la mortalidad del felino más grande de América, a lo largo del territorio panameño, en coordinación con el Ministerio de Ambiente.

Aunque, anteriormente, la iniciativa de usar las muertes de jaguares como indicador nació de la Sociedad Mastozoológica de Panamá, como se muestra en el estudio “Alto Chagres. Construyendo un mecanismo para medir el éxito de la conservación” (Candanedo & Samudio 2005). El Ministerio de Ambiente publicó que hubo 7 jaguares asesinados durante todo el año 2021, y para enero de este año 2022, ya habían contado el primero.

El jaguar es un gran depredador, rol fundamental para mantener el equilibrio de otras especies, sin embargo, se enfrenta a graves peligros para poder sobrevivir en su entorno natural, ya que cada segundo que pasa, se encuentra más amenazado por la disminución y fragmentación de su hábitat, los bosques, y porque compite con el ser humano por sus presas naturales, que también son más escasas.

Sumado a esto, el jaguar se enfrenta regionalmente a la cacería furtiva, por un lado, por el constante conflicto con ganaderos debido a la pérdida de animales domésticos a causa de su depredación, pero por otro lado, también por el comercio ilegal de especies de vida silvestre que busca vender sus partes (piel, colmillos, entre otros), que son muy cotizadas en el mercado negro, siendo el destino final principalmente en China, según un informe de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES). Otros, como los cachorros de jaguar, son arrebatados de sus madres, a las cuales asesinan, para luego ser vendidos como animales exóticos.

En este panorama desolador, debemos señalar que en Panamá, la gran mayoría de las muertes de jaguares ocurren como represalia de las personas cuando un jaguar depreda animales domésticos, principalmente las vacas, tal y como lo señala el artículo científico “Causes of jaguar killing in Panama – a long term survey using interviews”, publicado en 2015 por el boletín semestral CATNews de la Comisión de Supervivencia de Especies (SSC) de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Este estudio realizado a partir de entrevistas a informantes calificados y actores locales, sugiere que los datos recogidos entre 1989 y 2014, (que dieron como cifra 230 jaguares muertos) no representan la verdadera realidad de la mortalidad de jaguares, a causa de que en nuestro país está prohibido matar a este animal, con lo cual, probablemente las personas, por miedo a participar en procesos legales, o ante confrontación con los propios cazadores, evitaron dar información al respecto. Lo más preocupante entonces, es que esa cifra puede ser el doble o hasta el triple de la contabilizada, lo que llevó a esta especie en la actualidad a estar en peligro de extinción en Panamá, según la gaceta oficial N° 28187-A, del 29 de diciembre de 2016.

Por ello, organizaciones como la Fundación Yaguará Panamá, la Sociedad Mastozoológica de Panamá y Conservación Panamá, trabajan para cambiar la mentalidad de muchos ganaderos, campesinos y personas en general. Con este cambio de mentalidad esperan que dejen de «demonizar» a este gran felino silvestre, puesto que muchos lo tratan incluso de “devorador de hombres”, cuando hasta hoy no se ha reportado ningún tipo de ataques de jaguares hacia humanos.

Por estas razones, es fundamental para estas organizaciones trabajar de la mano con las comunidades y sus agentes de cambio, como es el caso de Elsie Quintero, mujer ganadera de la Finca Los Lagos, en Darién. Ella aprendió de mejores prácticas ganaderas, gracias al proyecto de fincas modelo que realiza la Fundación Yaguará Panamá desde 2017 en diferentes partes del país. Elsie, quien vivió en carne propia la pérdida de animales domésticos por la depredación de jaguar durante años, ahora reconoce que tanto ella, como su familia tuvieron parte de la responsabilidad por no manejar de manera adecuada a sus animales.

“Anteriormente con la ganadería tradicional, no teníamos cercas tan fuertes y solo las ubicábamos a los límites de la montaña, pensábamos que las vacas no pasarían, pero nos dimos cuenta de que sí cruzan, porque el animal busca la sombra, y al cruzar se mete en el hábitat del jaguar. Al no tener un debido control y cuidado de los animales en estas zonas donde él habita, obviamente van a ser presas fáciles, es como llevarle el pedido a domicilio a las puertas de su casa”, comenta Quintero.

Actualmente, Elsie menciona que desde que se incorporó al proyecto (más de dos años), no ha sufrido de más depredación por jaguares, ya que ha seguido al pie de la letra las acciones establecidas en el Plan de Manejo Sostenible con medidas anti-depredación elaborado por los especialistas de la Fundación Yaguará Panamá.

“Hemos implementado cercas con zonas seguras, es decir, espacios de potrero que están cercados con alambres eléctricos, y allí es donde se colocan a las hembras para que tengan a sus crías, lo cual es curioso, porque esa zona en mí caso, está al lado del bosque y puedo dar fe de que sí funciona; y lo mejor es que ahora gasto menos dinero porque las cercas eléctricas son mucho más baratas y eficientes que la cerca de púas”, recalca.

Por otra parte, estas organizaciones relacionadas con la protección y preservación del jaguar tienen muy en cuenta otro problema: y es cómo puede estar afectando la conservación del jaguar el que existan desigualdad de género. Cómo serían manejadas las amenazas críticas hacia los jaguares si hubiera más participación de mujeres, no sólo líderes comunitarias, ganaderas, sino en espacios de toma de decisiones y en la ciencia.

Y es que la brecha de género en la conservación de la vida silvestre, imposibilita en gran medida a las mujeres de ser actoras fundamentales en las investigaciones científicas, o en la toma de decisiones en comunidades, para presentar cambios a la hora de dialogar y realizar acciones que vayan en pro de conservar los jaguares y con ello la salud de los bosques.

Así nos lo hace saber Natalia Young, bióloga ambiental y una de las fundadoras de Yaguará Panamá, quien ahora está consciente de que pudo estar más al frente de investigaciones en campo con el jaguar, en gran medida, gracias a su maternidad tardía.

“Ahora, desde mi rol como madre, pude darme cuenta que hay una limitación en la estructura económica y social dentro de nuestro propio sistema, que limita mucho a la mujer, porque por nuestra naturaleza no podemos ‘delegar’ ciertas cosas como el embarazo o el parto; pero tampoco podemos, ni debemos entregar la crianza de nuestros hijos a otras personas, por lo que a la mujer se le obliga a escoger entre la investigación de campo, y la crianza de sus hijos, lo cual es muy injusto, porque es el propio sistema el que genera esta incompatibilidad como si la maternidad no existiese”, enfatiza Young con cierta preocupación.

Para Natalia, muchas mujeres brillantes quedan relegadas en las investigaciones científicas o en la posibilidad de tener puestos de injerencia para la conservación de esta y otras especies, porque no tienen la oportunidad de desarrollarse desde que inician su maternidad. “Veía antes a muchas colegas, que cuando tenían hijos desaparecían del quehacer científico, no las veías nunca más y ahora entiendo el por qué, ya que sé que es absolutamente desafiante prosperar en una profesión donde la conciliación familiar sigue siendo insuficiente”, reflexiona. “Es importante que la situación se visibilice, que haya más información y se desarrollen acciones con perspectiva de género, para asegurar la participación de las mujeres científicas en la conservación del jaguar en campo, en los territorios”, finaliza.

De igual manera, Iguaigdigili López, bióloga, y presidenta de Mujeres Indígenas Unidas por la Biodiversidad (OMIUBP), señala que dentro de la cultura indígena Guna es aún más difícil la activa participación en la toma de decisiones por parte de las mujeres, ya que hay procesos comunitarios que no se pueden cambiar, como el rol de la mujer que debe ser única y exclusivamente apegado al hogar y a la crianza de los hijos, más que a la lucha de derechos o a la intervención de la mujer en acciones contundentes que permitan la conservación del jaguar u otros felinos.

“Muchos hombres piensan que estamos luchando por nuestros derechos, porque no queremos hacer nada en la casa, ya sea con el jaguar o con cualquier otro proyecto. Sin embargo, como nosotras en esta ONG somos mujeres indígenas lideresas, nos surgió hacer un proyecto con la visión de rescatar el conocimiento tradicional indígena, unida con la campaña de sensibilización de conservar al jaguar, que además tanto en la cultura Guna como Emberá, el Igarobandur o Imama (nombre que le dan a este animal en sus respectivas lenguas) en el pasado, según nuestras tradiciones, eran personas”, destaca López.

Asimismo, la magister Julieta Carrión de Samudio, bióloga de la Sociedad Mastozoológica de Panamá, señala que generalmente las mujeres tienen muchas complicaciones, tanto económicas como físicas, y hasta sociales que les dificultan desarrollarse como investigadoras de campo.

“Estudiar mamíferos grandes, es muy caro, lo que dificulta poder recabar datos para realizar investigaciones de calidad. Tampoco hay suficientes oportunidades, ni es algo que la investigadora de manera solitaria pueda pagar, los equipos son costosos… También se necesita de mucho esfuerzo físico para cargar todo el equipo, comida, cámaras trampas, y antes era más difícil, porque las baterías de dichas cámaras eran muy grandes y demasiado pesadas, por suerte ahora son pequeñas; sin embargo, las condiciones no dejan de ser difíciles”, destaca Carrión de Samudio, quien actualmente asesora la participación de estudiantes mujeres interesadas en realizar investigaciones de campo, para tratar de mitigar las dificultades actuales.

Julieta, además, fue uno de los pilares para el desarrollo de la Exhibición móvil sobre los félidos de Panamá, lanzada en el 2012 con apoyo de la SENACYT. Esta exhibición visitó todas las provincias del país, fomentando el conocimiento en las escuelas sobre nuestros felinos silvestres, informando cómo se han estudiado en Panamá y las iniciativas para la conservación de ellos y sus hábitats; estimulando así en los estudiantes, el interés en las ciencias.

A su vez, Melva Olmos, directora del Programa de Mamíferos y una de las fundadoras de la ONG, Conservación Panamá Inc, apuesta por la educación desde temprana edad, con programas como las Niñas en CTIM (Ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) en comunidades de áreas muy remotas. Con este programa llamado “robótica y jaguar”, llevan robots sencillos de programar en lenguaje Java, y por medio de estos robots se les enseña mediante dinámicas la importancia de la conservación del jaguar y sus presas.

“Imprimimos un hábitat en el suelo de vinil, ellos programan desde celulares para que los robots puedan moverse, un equipo es el jaguar y otro es la presa. Con el lenguaje Java de programación les enseñamos matemáticas, geometría, ingeniería, robótica y conservación. Todo eso lo cubrimos y a la vez ellos se sienten felices, porque lo aprenden mientras juegan. En otras ocasiones, quienes manejaban al jaguar trataban de comerse a la presa, los que manejaban a la presa trataban de moverse hacia el bosque para evitar al jaguar, y con este tipo de proyectos ayudamos a cultivar la curiosidad, a fomentar el amor por la ciencia y el medio ambiente”, comenta Olmos, quien luego de haber trabajado en proyectos de conservación de jaguares durante casi dos décadas, considera que la educación científica en las comunidades es esencial para lograr los objetivos de proyectos de conservación.

A pesar de todas las adversidades y peligros críticos que el jaguar tiene que enfrentar, cada una de estas ONG, han notado que las llamadas de emergencia para proteger a este felino han aumentado, e incluso cada vez se acercan más personas interesadas en trabajar o en apoyar para resolver situaciones de conflicto, incluyendo más a mujeres. Aún el futuro del jaguar es incierto, para varias de estas científicas, aún falta mucha más comunicación entre organismos gubernamentales y las propias organizaciones sin fines de lucro; además comentan que también es necesaria la capacitación de mucho más personal que puedan tratar este tema y no centrar toda la responsabilidad en pocas personas, que luego pueden ser reubicadas en otros puestos, lo que dificulta aún más para todos las campañas o investigaciones al respecto.

Si la educación y concienciación son aún más firmes en la preservación del jaguar, probablemente las futuras generaciones puedan ver al llamado “rey de los bosques de Panamá”, como guardián de nuestra majestuosa diversidad, fuente de vida y prosperidad para las personas. Sólo el tiempo dirá si fuimos lo suficientemente responsables cuidándolo, o solo nos tocará ver cómo se marcha hacia el olvido, dejando nuestro hábitat desprotegido y dando pie a que todo lo que conocemos, comience a desaparecer también.

Por: Diana Barría Eysseric / Periodista del Postgrado en ‘Periodismo 4.0’ © del Instituto de Investigaciones Aplicadas, iiafEC, Panamá.

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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