Aunque el SARS-CoV-2 suele considerarse un virus respiratorio, la infección aguda también puede afectar muchos sistemas orgánicos diferentes, incluido el cerebro. Desde el inicio de la pandemia, se ha observado una amplia gama de complicaciones neurológicas con repercusiones duraderas que se han reportado hasta en el 36,4 por ciento de pacientes. Sin embargo, queda mucho por estudiar.
La revista Science ha vuelto a poner el tema sobre la mesa con la publicación de un artículo –elaborado por Serena Spudich, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale, y Avindra Nath, del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares (uno de los prestigiosos NIH de EE UU)– que analiza varias investigaciones publicadas hasta ahora sobre los síntomas neurológicos de la COVID-19 y los posibles mecanismos que los causan.
Según su resumen, la mayoría de las personas que experimentan estas manifestaciones neurológicas que permanecen después de la enfermedad tienen menos de 50 años y estaban sanas y activas antes de la infección.
“En algunos individuos se producen derrames cerebrales, confusión, dolores de cabeza, debilidad y problemas nerviosos durante el inicio de la COVID-19”, explica a SINC Spudich. “Meses después de la recuperación, ciertos pacientes tienen dificultades para pensar, sensaciones cutáneas anormales, dolores de cabeza constantes y otros síntomas neurológicos”.
“Incluso aquellos con una enfermedad inicial leve manifiestan una amplia variedad de manifestaciones neurológicas y psiquiátricas persistentes, por lo que millones de personas que se han recuperado del coronavirus corren el riesgo de sufrir estas afecciones”, añade Nath.
Buena evolución en la mayoría de pacientes
En alguno de los estudios compilados por ambas autoras se sugiere que la infección por COVID-19 puede desencadenar el desarrollo futuro de enfermedades neurodegenerativas como alzhéimer o párkinson. Sin embargo, no hay datos que apoyen el alarmismo.
Así lo indica José Miguel Láinez, presidente de la Sociedad Española de Neurología (SEN). “Lo que aparece en el síndrome postcovid es fundamentalmente dolor de cabeza y lo que se conoce como niebla mental (pérdida de memoria, confusión); también mareos y problemas de olfato. El hecho de que no haya lesiones estructurales del cerebro –no hay lesiones aparentes del parénquima– es positivo, hace pensar que es poco probable que haya grandes consecuencias a largo plazo”.
De hecho, la mayoría de estos pacientes evoluciona bien. “Cuando tantas personas están afectadas, podría haber cierto contexto genético que facilitara algún tipo de enfermedad neurodegenerativa; no es descartable. Pero de ahí a pensar en una epidemia, no hay fundamentos para ello”, subraya.
Una de las razones tras estas previsiones fatídicas es, según la jefa del Servicio de Neurología del Hospital Clínic de Barcelona, Raquel Sánchez-Valle, que “se magnifican los hallazgos en encéfalo postmortem. Los sujetos que fallecieron por COVID no son equiparables a lo que puede pasar en un paciente que supera la fase aguda de la enfermedad y posteriormente desarrolla (o no) COVID persistente”.
Es más, según subraya Láinez, “en los estudios de autopsia tampoco hay grandes lesiones. Hay partículas virales y un poco de reacción inflamatoria, si bien no hay prácticamente invasión directa del virus. Sí que es cierto que hay algunos pequeños cambios, aunque no parecen que sean masivos”.
“Se requieren estudios longitudinales con marcadores biológicos, y eso es lo que estamos ya haciendo en el Clínic de Barcelona”, cuenta Sánchez-Valle. “Hemos reclutado unos 50 sujetos con problemas cognitivos postcovid. En breve finalizaremos la investigación y podremos disponer de resultados”.
Necesidad de estudios a largo plazo
Las autoras del estudio de Science insisten en la necesidad urgente de comprender la fisiopatología de estos trastornos y desarrollar terapias para hacerles frente. “Las complicaciones del sistema nervioso suponen un reto para la salud pública en lo que respecta a la rehabilitación y la recuperación, así como a las alteraciones de la mano de obra debido a la pérdida de capacidad funcional”, escriben.
Por eso, existen numerosos proyectos que estudian la COVID a largo plazo. Uno de ellos se desarrolla en la Unidad de Memoria del Hospital Sant Pau. “La COVID persistente es un síndrome postviral, como habíamos visto en otras infecciones como la mononucleosis por el virus de Epstein-Bar o citomegalovirus”, afirma Alberto Lleó Bisa, su director.
“Los síntomas son muy inespecíficos y recuerdan al síndrome de fatiga crónica. Todas las pruebas son normales y no tiene un tratamiento específico a día de hoy por lo que, de manera sintomática, se tratan el insomnio, la ansiedad, etc.”, continúa Lleó Bisa, que el pasado diciembre publicó un artículo sobre esto.
El especialista apunta que pueden producirse también en casos tras COVID leve y los síntomas pueden durar semanas o meses: “Y dado que afecta a tantas personas, podría suponer un impacto funcional y laboral significativo”.
No obstante, Láinez sostiene cómo “hasta ahora no parece que vaya a haber consecuencias serias, aunque evidentemente no se puede bajar la guardia y se necesitan más estudios. El llamado long COVID se parece un poco a la fibromialgia, que también se ha asociado con virus. Hay que seguir investigando y manteniendo un seguimiento de estos pacientes para ver cómo evolucionan”.
Causas posibles
Sobre los posibles mecanismos que dan lugar a estos síntomas neurológicos, el artículo de Spudich y Nath recopila la disfunción vascular e inmunitaria –como la neuroinflamación inespecífica y la desregulación autoinmunitaria antineural– y una posible infección vírica en el sistema nervioso central.
“Las pruebas existentes hasta la fecha sugieren que la principal causa de los síntomas neurológicos en la fase aguda de la COVID-19 está relacionada con la respuesta inmunitaria del organismo al SARS-CoV-2, incluida la activación general del sistema inmunitario y el ataque más específico al cerebro y a otras células nerviosas, lo que se denomina respuestas autoinmunitarias”, anuncian las autoras.
“Es probable que la lesión de los pequeños vasos sanguíneos causada por problemas de coagulación e inflamación también posea un papel en algunos casos”, agregan. “Es necesario investigar si los síntomas neurológicos y psiquiátricos a largo plazo que perduran en algunas personas tras su recuperación se relacionan con la persistencia de estas anomalías inmunitarias y vasculares, o surgen de otras causas”.
Como puntualiza Lleó Bisa, “es importante señalar que no se trata de que el virus esté activo, sino una secuela probablemente relacionada con la inflamación que causa este en la fase aguda”.
Optimizar las terapias
¿Cómo puede este conocimiento mejorar el tratamiento frente al SARS-CoV-2? “Hasta la fecha, los tratamientos específicos para las complicaciones neurológicas de la COVID-19 son inciertos. Los pacientes con signos de ictus se tratan habitualmente con medicamentos para evitar la coagulación de la sangre o la aglomeración de plaquetas en los vasos sanguíneos para prevenir nuevos episodios”, declara Spudich.
Y los pacientes con confusión, problemas nerviosos y dolores de cabeza suelen ser tratados para controlar el dolor hasta que los síntomas mejoran, tal y como completa Nath.
“En la actualidad se está investigando si los tratamientos dirigidos a reducir los efectos inflamatorios y autoinmunes en el sistema nervioso pueden beneficiar a las personas con complicaciones neurológicas y psiquiátricas de la COVID-19”, concluyen.
Por: SINC.
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