Ciudad de México.

El Coliseo, un teatro de madera primitivo, fue el primer escenario formal de la Nueva España tras la conquista española hasta que un incendio lo arrasó hace hoy 300 años.

Tras la caída del imperio azteca a manos de Hernán Cortés fue establecido en 1535 el virreinato de la Nueva España, una forma de gobierno en lo que posteriormente sería México.

Entre 1671 y 1673 se levantó el primer recinto teatral de la Nueva España: el Coliseo, que se hallaba a un lado del Hospital Real de los Naturales, en lo que actualmente es el Eje Central Lázaro Cárdenas y la calle de Victoria, en el actual Centro Histórico de la Ciudad de México.

En el libro Reseña Histórica del Teatro en México (1895), escrito por Enrique Olavarría y Ferrari, se apunta que el Coliseo tenía como cédula de construcción el año de 1553 «y fue administrado como el hospital por los religiosos Hipólitos, el cual constituía una de sus rentas más pingües, del mismo modo que los (teatros) de la Cruz y la Pacheca, construidos por cuenta de las cofradías de la Pasión y de la Soledad».

«Los corrales de comedias primitivos se instalaban en los patios de las casas y no tenían asientos ni estaban techados y al carecer de iluminación se aprovechaba la luz del sol para efectuar las representaciones», contó en entrevista Enrique Ortiz García, escritor y divulgador de la historia de México.

Asientos y Cubiertos

Con ese primitivo Coliseo «iniciaría una nueva etapa del teatro en la Nueva España, con los espectadores sentados y a cubierto de las inclemencias del tiempo», expuso el especialista basado en el libro Los Teatros de la Ciudad de México de Antonio Magaña Esquivel.

Recordó que las funciones se desarrollaban los martes, jueves y domingos por la tarde y las «representaciones nocturnas se suspendieron pronto a causa de los escándalos e inmoralidades que propiciaba la defectuosa y escasa iluminación».

Según la información con la que se cuenta, aquel espacio era un corral rectangular construido en madera, techado con dos pisos de palcos llamados «aposentos» o «cuartos», con celosías a la usanza española para que los espectadores ricos e importantes pudieran mirar sin ser vistos.

Además, había diferentes vías de acceso para que las distintas clases sociales no se mezclaran.

El incendio y las obras

En el citado libro se apunta como probable que José y Eusebio Vela fueran los contratistas del Coliseo en 1722, año en el cual un incendio dio al traste con el teatro.

La reseña señala que «la tarde del 19 de enero se representó en dicho teatro la comedia ‘Ruina e incendio de Jerusalén o Desagravio de Cristo’ y la gente salió complacida de la función pero, unas horas más tarde, un incendio se propagó y las llamas consumieron la edificación«.

Precisa que a las cinco de la mañana del 20 de enero, el padre capellán, cuya habitación caía precisamente sobre la pieza en que se guardaban los palos, trastos y tramoyas del Coliseo, «creyó sentir que la última estuviese ardiendo».

«Dada la voz de alarma, se trató de forzar la puerta de la pieza que se quemaba, y lo mismo fue derribar esa puerta que levantarse las llamas, con tal voracidad, que prendían como pólvora, según la frase de uno de los testigos, sin ser posible evitar la ruina de todo el Coliseo y de gran parte del Hospital Real de los Naturales«, refiere el libro.

La reseña apunta que «todo esfuerzo para sofocar las llamas sólo bastó para impedir la ruina del Hospital, pero de 110 vigas del Coliseo, sólo quedaron algunas de las más gruesas».

Como una especie de premonición, el 20 de enero de 1722, día en que ocurrió el incendio, estaba anunciada la comedia «Aquí fue Troya», un título más certero tras el incendio.

Aunque el teatro fue reconstruido en madera en el mismo lugar, años más tarde los religiosos hipólitos, debido al ruido y para no molestar a los enfermos, lo reubicaron en el callejón del Espíritu Santo (actualmente Isabel la Católica) y la calle de la Acequia (ahora 16 de septiembre).

Tras su deterioro se construyó el Coliseo Nuevo que fue inaugurado el 25 de diciembre de 1753 y sobrevivió hasta 1820.

Por: Juan Manuel Ramírez G. / EFE.