Por: Geraldine Castro/ #COVIDconCIENCIA
Hasta ahora, no existe evidencia experimental, datos estadísticos ni caso reportado que indique que la aplicación de las vacunas modifica la fertilidad de las personas o les cause esterilidad, como señalan algunas publicaciones en redes sociales y cadenas de Whatsapp.
Tales juicios suelen acompañarse de falsos argumentos y explicaciones engañosas como que el contenido de las vacunas de ácidos nucleicos, como la de Pfizer/BioNTech y Moderna, afectarán la cantidad de esperma y el funcionamiento de los testículos, mientras que en mujeres, se argumenta que las vacunas atacan a la sincitina-1, una proteína necesaria para la formación de la placenta.
Lo cierto es que el funcionamiento de la vacuna no se ha vinculado con las proteínas de la placenta ni los testículos, por lo que estos supuestos mecanismos dañinos son infundados.
¿Qué dicen y quiénes lo dicen?
Entre los promotores de estos falsos argumentos en torno a la COVID-19 se encuentra el patólogo canadiense Roger Hodkinson, quien al inicio de la pandemia aseguró la inexistencia de la misma, motivo por el cual asociaciones médicas como el Colegio Real de Canadá -que le dio su título como patólogo- se deslindaron de sus comentarios.
En blogs y páginas de internet miles de usuarios replican lo dicho por Roger Hodkinson, a quien se le atribuye el argumento de que el receptor de la Enzima Convertidora de Angiotensina 2 (ACE2) está en placenta y testículos, por lo que el exceso de proteínas Spike a causa de la vacuna inhibiría la función reproductiva.
Por su parte, la médico legista Chinda Brandolino de Argentina publicó un video vía Facebook, con más de 308 mil reproducciones, en el que asegura que la vacuna introduce ARN para que nuestro ADN fabrique grandes cantidades de la ACE2 y que nuestro ADN despierte la producción de anticuerpos contra la ACE2, y detalla que “esta enzima está principalmente en el testículo y es responsable de la fertilidad masculina, por lo tanto al hacer esta presunta preventiva vacuna se diseñará un mecanismo para brindar anticuerpos y así esterilizar a todos los varones que la reciban en forma perenne e irreversible”.
¿Qué tan ciertas son estas declaraciones? Lo que muestra la evidencia es que ambos hacen una malinterpretación de agunos conceptos científicos.
Primero: proteína Spike y el ACE2
Ambos juicios contra las vacunas se basan en elementos que sí existen y que son clave en la transmisión del SARS-CoV-2 como el receptor ACE2 en el cuerpo y la proteína Spike del coronavirus, pero interpretan erróneamente el funcionamiento de las vacunas, así como la manifestación de la proteína ACE2.
Primero revisemos lo que se sabe sobre el ACE2 y la proteína Spike. Esta última se refiere a los picos del coronavirus que se hicieron populares desde febrero de 2020 gracias a la imágenes que fueron posibles con microscopios electrónicos.
Un mes después, una investigación publicada en Science revelaría que esa proteína Spike se comporta como una llave que “abre” la puerta a través de la cual el virus entra a las células humanas. Ese sitio se trata de la Enzima Convertidora de Angiotensina 2 (ACE2), que es justo donde inicia la infección en nuestras células.
Debido a esto, muchos especialistas postularon que las células que expresan altos niveles del receptor ACE2 pueden ser las más afectadas por el SARS-CoV-2. Pero de ahí a argumentar que las vacunas pueden hacer un daño en la fertilidad hay demasiado trecho.
El esperma no se ve afectado
El argumento de que las vacunas dañan la fertilidad de los hombres debido a que los testículos tienen alta presencia de ACE2 es, en realidad, información falsa. Hasta ahora, si bien han sido muestras pequeñas, ya hay algunos estudios que revelan la ausencia de relación entre las vacunas y un impacto en la fertilidad de los hombres.
Dada la presencia de esta enzima en testículos, el departamento de urología de la Universidad de Miami evaluó los parámetros de espermatozoides en 45 hombres sanos que recibieron las vacunas de ARNm (Pfizer-BioNTech y Moderna) que tenían entre 18 y 50 años. Hay que recordar que las vacunas elaboradas con ARN mensajero (ARNm) emplean un fragmento de la secuencia de material genético del virus que proporciona las instrucciones para fabricar proteínas que el sistema inmunitario reconocerá para poder combatir con mayor efectividad en caso de una infección real.
El grupo de Miami, que publicó sus resultados en junio de 2021, evaluó muestras de semen recolectadas después de entre dos y siete días de abstinencia, antes de la primera dosis de la vacuna y 70 días después de la segunda -el marco de tiempo del estudio abarca el ciclo de vida completo de los espermatozoides-.
Se analizó la cantidad de semen, así como la concentración de espermatozoides y su movilidad. El análisis de semen es la base de la evaluación de la fertilidad masculina, aunque se requieren otros parámetros para definirla plenamente. En sus resultados, reportan que no hubo ninguna disminución significativa en las muestras de antes ni después de la vacunación y, por el contrario, registraron un aumento de espermatozoides probablemente debido a la abstinencia que tuvieron los participantes entre la primera y la segunda dosis.
“En este estudio de los parámetros espermáticos antes y después de 2 dosis de una vacuna COVID-19 de ARNm, no hubo disminuciones significativas en ningún parámetro espermático entre esta pequeña cohorte de hombres sanos. Dado que las vacunas contienen ARNm y no el virus vivo, es poco probable que la vacuna afecte a los parámetros espermáticos”, concluyeron.
Una investigación de mayo de 2021, publicada aún sin revisión por pares, del Centro Médico Hadassah de Jerusalén también analizó el esperma de 72 hombres antes y después de la vacunación y tampoco encontró diferencias en la calidad o cantidad del mismo tras la vacunación.
La placenta tampoco es dañada por la vacuna
Por otra parte, ha habido algunos blogs y cadenas de WhatsApps que indican que la vacuna entrena al cuerpo femenino para atacar a la sincitina-1 lo que podría causar infertilidad. Sin embargo, tampoco este argumento parece tener evidencia científica. La ginecoobstetra Yoalli Palma indicó que “no existen pruebas que indiquen que las vacunas causen que un embarazo no llegue a término o que alteren el desarrollo placentario”.
Detalló que en la práctica médica, se usa otra hormona como indicadora de infertilidad: la antimülleriana, y hasta ahora no se ha visto alterada en personas vacunadas. En el caso de Spike y la sincitina-1 solo comparten el ser proteínas, pero no hay posibilidad de que nuestro cuerpo las confunda atacándolas por igual.
La especialista en medicina fetal destacó que la prioridad ante la emergencia es salvar vidas, algo que logra la vacunación y negarse a esta por temor a afectar la placenta no tiene base científica, pues para afirmar que algo daña a este órgano se tendrían que realizar estudios comparativos de cohortes.
“Tales estudios deberían comparar placentas de mujeres vacunadas y no vacunadas, la relevancia de estas investigaciones serían en función de las características de la muestra, así como el tamaño de la misma y al corroborar estadísticamente que la vacuna causó afectación”, aclaró Yoalli Palma.
Sin embargo, agregó que estos estudios no son prioridad pues para que se revisen de forma detallada nuevos efectos, primero es necesario que “exista un número significativo de vacunados con una tendencia que fomente una pregunta de investigación”.
Para la ginecoobstetra, los estudios de fertilidad vendrán después de los que actualmente revisan poblaciones particulares, ya que no hay evidencia de que estas comprometan la función de algún órgano vinculado a la reproducción, ni existen señales de alerta como ausencia permanente de menstruación o falta de eyaculación.
Este mes, la revista del Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos publicó un estudio de este tipo que refiere que la placenta de las vacunadas no mostró alteraciones que pusieran en riesgo la vida del feto o de la madre.
Por cuestiones de ética y seguridad, en todos los ensayos clínicos de vacunas las mujeres embarazadas no pueden ser incluidas. Sin embargo, tras ser probada la seguridad de las vacunas y luego de aplicaciones masivas, se comenzó con la inmunización de este grupo de la población el cual ha mostrado mayor riesgo de enfermedad grave en comparación con mujeres del mismo grupo de edad no embarazadas.
En septiembre de 2020, una revisión sistemática de lo reportado en 192 estudios que abordaron los riesgos de enfermar de COVID-19 estando embarazada mostró que estas tenían más probabilidades que las no embarazadas de ser admitidas en una unidad de cuidados intensivos, mientras que la infección en embarazadas aumentaba las posibilidades de un parto prematuro y los riesgos de muerte materna.
Yoalli Palma puntualizó que “la mortalidad materna es una tragedia universal que afecta a todos los países y como obstetras lo vivimos día con día. Todas las sociedades internacionales de medicina fetal y de ginecoobstetricia recomiendan la vacunación porque saben que un contagio puede destruir familias y derivar en una muerte materna o fetal, con estas empiezan las culpas de no haberse vacunado”.
De hecho, Pfizer reportó que una decena de participantes en sus ensayos clínicos se embarazaron luego de la aplicación de la vacuna y la ginecoobstetra señaló que en estos casos no detectaron malformaciones fetales, parto pretermino, preclamsia, muerte materna u aborto.
Ante cualquier estadística significativa de algún efecto adverso se hubieran detenido los ensayos hasta estudiarlos a fondo, pero dado que no hubo reportes, es probable que en el futuro las afectaciones sean mínimas.
Ante la falta de datos para este sector, un estudio del Departamento de Obstetricia y Ginecología del Hospital General de Massachusetts evaluó la capacidad de las vacunas de ARNm para inducir una respuesta inmune, así como la reactogenicidad (potenciales efectos adversos causados por una vacuna, por ejemplo, respuesta inflamatoria, fiebre y dolor de cabeza) en comparación con no embarazadas y con mujeres que se infectaron durante el embarazo.
En el estudio participaron 131 mujeres, 84 de ellas embarazadas, 31 lactando y 16 no embarazadas. Los investigadores encontraron que los anticuerpos generados por la vacuna eran equivalentes en todos los grupos y que estaban presentes en todas las muestras de sangre del cordón umbilical y la leche materna.
Además, la reactogenicidad entre grupos fue igual, mientras que la inmunidad inducida por la vacuna fue mayor que la reportada con la infección natural.
Un artículo publicado el 21 de abril en The New England Journal of Medicine usó datos del sistema de vigilancia voluntario de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) diseñado para monitorear con ayuda de voluntarios durante 12 meses las reacciones adversas y el estado de salud de estadounidenses vacunados.
En este sistema identificaron a 35 mil 691 embarazadas, entre el 14 de diciembre de 2020 y hasta el 28 de febrero de 2021, este sector de la población no tuvo más reacciones graves que las no embarazadas. Luego se dio seguimiento telefónico a 3 mil 958, de las cuales 827 tuvieron un embarazo completo y de estas el 86.1 resultó en un nacimiento vivo, los investigadores refieren que estas cifras neonatales son consistentes a las vistas en estudios previos a la pandemia.
De manera que lo que muestra la evidencia es que las declaraciones de personas antivacunas deforman conceptos científicos que pueden ser contrastadas de manera simple. Por un lado, el ARN mensajero introducido en las vacunas, es de vida corta y no altera de ninguna manera nuestro ADN. Y tampoco es cierto que el ADN produzca proteína alguna; dado que la ACE2 es una proteína distribuida en diversos tejidos, la producción de anticuerpos contra ella sería síntoma de un desorden inmunológico.
¿Qué hay de las alteraciones a la regla?
Hasta inicios de agosto, la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA, por sus siglas en inglés) del Reino Unido recibió 30 mil 304 reportes de periodos atrasados o abundantes, así como sangrado inesperado.
La MHRA refiere que “el número de notificaciones de trastornos menstruales y sangrado vaginal es bajo en relación con el número de personas que han recibido la vacuna COVID-19 y con la frecuencia de los trastornos menstruales en general” y destaca que “los cambios informados son en su mayoría de naturaleza transitoria”.
Al respecto, Yoalli Palma indicó que “el ovario es un tejido muy sensible a los cambios en el cuerpo, puedes dejar de menstruar porque haces ejercicio, porque dejas de comer, porque te estresas o con algún cambio hormonal. Hay mujeres que generan una respuesta inmunológica mucho más fuerte que puede desencadenar fiebre y elevar las hormonas del estrés que puede alterar el ciclo menstrual, pero hasta el momento se ha visto que tal inhibición es temporal”.
Ahora, ¿enfermar de COVID-19 puede causar infertilidad?
Una revisión respecto a la posibilidad de que COVID-19 cause infertilidad fue publicada el 10 de mayo de 2021 y refiere que existe preocupación de que las células que secretan la ACE2 sean más susceptibles al virus, y dado que las testiculares expresan de formas altas esta enzima, actualmente se evalúa si la infección por SARS-CoV-2 puede influir en la fertilidad.
El informe señala que no se reporta la presencia de ARN del virus en muestras de semen o en biopsias de testículos, lo que podría mostrar que estos no se ven afectados por SARS-CoV-2. Por ahora no existe evidencia referente a que el nuevo coronavirus use el ACE2 de los genitales o algún efecto en estos como la infertilidad.
Se considera que actualmente la vacunación mundial para diversas enfermedades evita entre dos y tres millones de muertes al año, eso sin considerar las muertes que puede evitar para una enfermedad emergente como la COVID-19 que por su potencial de contagio y situación de tratamiento en medio de una crisis de salud mundial podría sumar otros millones.
La vacunación es una responsabilidad social porque a mayor cantidad de personas inmunizadas, menos probable será que el virus se propague.
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