Londres.

Los alimentos ultraprocesados, como se define en el sistema de clasificación de alimentos NOVA desarrollado en 2010 por expertos de la Universidad de Sao Paulo (Brasil), son formulaciones industriales de ingredientes que se someten a una serie de métodos físicos, químicos y biológicos.

Suelen ser más densos energéticamente y más pobres desde el punto de vista nutricional (es decir, con altos niveles de azúcares libres, sal y grasas saturadas, pero con bajos niveles de proteínas, fibra dietética y micronutrientes) en comparación con las alternativas menos procesadas, y están diseñados para ser baratos, agradables al paladar, duraderos, cómodos y atractivos.

De hecho, desde hace años la industria alimentaria comercializa estos productos de forma agresiva para promover su compra y moldear las preferencias dietéticas. Los niños son sus principales consumidores.

Infancias, alimentos ultraprocesados y enfermedades

Ahora, un estudio liderado por investigadores del Imperial College de Londres (Reino Unido) ha confirmado la relación entre el consumo de alimentos ultraprocesados en 9.025 niñas y niños británicos con peores trayectorias de adiposidad en la edad adulta temprana.

“Cada vez hay más pruebas que relacionan el consumo de refrescos, aperitivos envasados, panes de producción masiva y algunas comidas preparadas con obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, cáncer y otros problemas de salud en los adultos”, explica Kiara Chang, primera autora de la investigación.

“Sin embargo, aún faltan datos sobre el impacto de los alimentos ultraprocesados en la salud de los más pequeños, un mercado clave para la industria ya que consumen más cantidades en su dieta que los adultos”, añade. “En nuestro estudio, estos productos suponían el 80 % o más de su ingesta calórica diaria en uno de cada cinco niños y niñas, lo cual es muy preocupante”.

Los resultados, publicados esta semana en la revista JAMA Pediatrics, analizan la evolución del índice de masa corporal, del índice de masa grasa, del peso y del perímetro de la cintura entre los 7 y los 24 años de edad. El crecimiento resultó mayor en aquellos con más ingesta de este tipo de productos: 0,06 por año; 0,03 por año; 0,20 kg por año y 0,17 cm por año, respectivamente.

“Este trabajo es el primero que evalúa la asociación a largo plazo entre el consumo de alimentos ultraprocesados en la infancia y los cambios de peso. Así, una mayor ingesta se asoció a un mayor aumento de peso y a incrementos en una amplia gama de medidas de peso poco saludables, y esto se extendió a la adolescencia y a los primeros años de la edad adulta”, continúa la experta del Imperial College. “Y cuanto mayor era la cantidad que consumían los niños, peor era su aumento de peso”.

Epidemia de obesidad

Según los especialistas, para reducir la obesidad en el mundo se necesitan urgentemente medidas de salud pública sólidas que promuevan y eliminen las barreras de acceso a los alimentos mínimamente procesados y desalienten la ingesta de ultraprocesados entre los niños.

“Nuestras conclusiones ponen de manifiesto la necesidad de emprender acciones urgentes y radicales mediante la reducción de la exposición y el consumo de estos productos por parte de los niños para contrarrestar la creciente carga internacional de la obesidad”, apunta Chang.

“Las directrices dietéticas deberían actualizarse para enfatizar la preferencia por los alimentos frescos o mínimamente procesados y evitar los ultraprocesados, en línea con las medidas desarrolladas en Brasil, Uruguay, Francia, Bélgica e Israel. Estos productos deberían ser gravados y los menos procesados, subvencionados para hacer más asequibles las opciones más saludables”, sostiene.

La investigadora insiste en la obligatoriedad del etiquetado de los productos en la parte delantera del envase para dar a conocer los alimentos ultraprocesados. “Deben aplicarse restricciones a las promociones y a todas las formas de publicidad, especialmente las dirigidas a los más pequeños”, concluye.

Por: SINC.