Salda, Turquía.

Con sus aguas turquesa y su arena blanca, el lago Salda, en el sureste de Turquía, guarda secretos que podrían ayudar a entender los misterios de Marte, pero su creciente popularidad también amenaza su existencia.

Esta vasta extensión de agua se hizo famosa cuando científicos de la NASA comenzaron hace unos años a estudiarlo para preparar el despliegue del ‘rover’ «Perseverance» en Marte. 

Antes de que el ingenio se posara en el planeta rojo, en febrero, la agencia espacial estadounidense compartió entre otras una foto del lago Salda, que revela su importancia para preparar la misión.

Sacando partido de esta exposición, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha integrado al lago, con una superficie de 45 km2, en un amplio programa para crear más espacios verdes que atraigan al público.

Pero ante tanto entusiasmo, los ecologistas locales temen que el doble interés de la NASA y Erdogan abra las puertas al turismo masivo y dicte la sentencia de muerte de este lago, destruyendo su ecosistema.

«El futuro del lago está en peligro si llegan millones de turistas», advierte Gazi Osmak Sakar, líder de la Asociación para la Preservación del Lago Salda.

Lago «vivo»

El lago es conocido sobre todo por sus «Islas Blancas», pequeñas ínsulas de un blanco brillante, así como por su flora y fauna únicas, en que destaca el pez sapo de Salda.

Los minerales raros del lugar también atrajeron la atención de la NASA, como la hidromagnesita, que se parece a sustancias detectadas en el cráter Jezero, donde se posó «Perseverance».

Los científicos creen que la hidromagnesita presente a lo largo de la orilla del lago Salda es un residuo de grupos de microbialitas, rocas formadas con la intervención de microbios.

Este material capta la atención de investigadores que se plantean si existió vida en forma microbiana en Marte hace miles de millones de años.

Pero lo original del lago Salda, explica el ingeniero geólogo Servet Cevni, es su ecosistema cerrado.

«Lo que lo hace tan especial son las bacterias, los organismos unicelulares que hay allí (…) muy frágiles ante las influencias externas», indicó.

Pero esta influencia ya se está materializando con la construcción de nueve albergues cerca de un jardín público en desarrollo cerca del lago.

«Este proyecto debe anularse. El lago no se puede proteger si se explota», advirtió Sakar.

 

Pero «moribundo»

Si bien bañarse está prohibido en la zona de las «Islas Blancas», los visitantes pueden regalarse con un chapuzón en otras partes del lago.

Sus defensores creen que debería prohibirse bañarse en el lago para proteger su frágil ecosistema.

«Si un organismo unicelular se extingue, Salda se arruina», advierte Cevni. «Las ‘Islas Blancas’ no se pueden recrear», añade.

Si se toman medidas ya, el lago podría regenerarse en 150 a 200 años, continúa Cevni. «De lo contrario, nunca se recuperará», afirma.

Pero la tarea se revela ardua. La demanda de la asociación para la preservación del Lago fue rechazada por un tribunal al que acudió para detener la construcción del jardín público.

Sakar ahora pide a la Unesco que clasifique al lago como Patrimonio de la Humanidad, una promesa de protección.

«Salda está muriendo», apostilló.

Turismo Responsable

Pero esto choca con el interés económico provocado por su popularidad, que muchos ribereños esperan explotar.

Suleyman Kilickan, camarero de un café junto al lago, dice que los visitantes aumentaron exponencialmente tras el interés la NASA. «Si hay turismo, hay vida», afirma, señalando que los visitantes son instados a ser responsables. «Se prohíbe recoger arena o tierra».

Los turistas ya comenzaron a cambiarle el rostro a Salda.

«Nuestro lago y nuestro poblado estaban mucho más limpios hace años», dice Aysel Cig, pastor asentado cerca de Salda.

Consciente del peligro, el ministerio del Medio Ambiente anunció hace un mes que limitaría a 570.000 los visitantes anuales.

En 2019, fueron 1,5 millones y 800.000 en 2020, pese a la pandemia.

Por: AFP