Cerro Azul Meámbar, Honduras.
El turismo de Honduras, afectado por la pandemia de COVID-19, se recupera despacio con muchas personas que se movilizan a diversos sitios como el Parque Nacional Cerro Azul Meámbar (Panacam), donde los principales protagonistas son colibríes de diversas especies.
Ahora estamos trabajando con estrategias de rehabilitación de la economía y la estructura del parque. Ha sido un golpe fuerte -el confinamiento desde marzo por la pandemia-, pero sí esperamos tener muchas visitas, dando lo mejor en los servicios», dijo el promotor ambiental Samir Díaz, en el hermoso sitio de Panacam.
Colibríes entre principales atractivos del parque
Con un bosque tropical húmedo, una rica flora y fauna, y senderos que llevan a sitios de casi 2.000 metros sobre el nivel del mar, Cerro Azul Meámbar es refugio de unas 28 especies de colibríes, que son el deleite de turistas nacionales y extranjeros que lo visitan.
Las pequeñas aves de hecho interactúan con los turistas al llegar al restaurante al aire libre del hotel de montaña del Panacam. Con su agitado sobrevuelo, llegan para saciarse de un néctar que es su alimento, depositado en flores artificiales por el personal del parque.
El turista puede acercarse, si quisiera, hasta alcanzar con la mano las flores a las que llegan los multicolores colibríes, algunos con su pico recto, y otros encorvado y largo.
Al área del restaurante llegan al menos seis especies de los colibríes del parque, desde cuyas partes más altas se divisan varias regiones, incluido el cercano Lago de Yojoa, otro sitio turístico que, además, recibe agua del Cerro Azul Meámbar.
Con la reapertura de la economía, de manera gradual y bajo rigurosas medidas sanitarias para evitar un eventual rebrote de la COVID-19, el Panacam reabrió hace dos semanas, y según señaló Díaz, los turistas comienzan a responder.
La reserva natural, decretada parque nacional en 1985, es un área protegida con 31.000 hectáreas de bosque cruzada por ríos y quebradas; y, en lo que respecta a las aves, el emblema del parque es un «guardabarranco picudo» (Eumomota superciliosa), que está en peligro de extinción.
En el parque también habitan gavilanes, tucanes, halcones, coas -de la familia trogonidae, conocido como el «pájaro bandera»-; vencejos y carpinteros, entre otras especies de aves, que se suman a mamíferos, reptiles e insectos, y bosques de pino y latifoliados.
Visitas con fines de investigación
Díaz dijo que la diversidad de aves que tiene el Panacam atrae todos los años a nacionales y extranjeros que se dedican a la investigación y avistamiento.
Para el avistamiento de aves, el parque, que estaba cerrado desde marzo, dispone de dos torres, desde las que se divisa la espesura de las montañas de los departamentos de Cortés, Santa Bárbara y Comayagua. Tienen en común compartir las aguas del Lago de Yojoa, que recibe agua de varias vertientes, incluso del Panacam.
En lo que respecta a la flora, en el Panacam hay unas 40 especies de helechos, otro tanto de orquídeas, árboles de maderas preciosas como laurel, liquidámbar, aguacatillo y prusia, entre otros.
El turista que llega al Panacam puede recorrer, principalmente a los que les gusta el montañismo, una red de siete kilómetros de senderos, algunos extremos, en un ambiente de aire puro y cruzando riachuelos y caídas de aguas cristalinas.
Además, se puede practicar el kayak en la cercana represa de Yure, que contribuye a la irrigación de zonas agrícolas y la generación de energía eléctrica limpia.
Según explicó Díaz, el Panacam tiene un proyecto de manejo con la organización Aldea Global, no gubernamental, que se encarga de dirigir y planificar todas las actividades que se desarrollan en la montaña.
Actualmente se trabaja en un proyecto de sostenibilidad para el parque, orientado a la protección de los recursos naturales, además de promover proyectos de beneficio social en comunidades cercanas.
Con la pandemia de COVID-19 «nos vimos en un momento crítico como área protegida», subrayó Díaz.
Turistas también vuelven al único lago del país
Con la reapertura de la economía muchos turistas también están volviendo al único lago que tiene Honduras, el de Yojoa. Lo recorren en lanchas o en kayak en uno de sus canales que lleva agua a dos estaciones de dos plantas hidroeléctricas. Muchos de los que recorren el lago en kayak van sin mascarilla.
El paisaje en los alrededores del Lago de Yojoa también es de mucha vegetación, con otro parque nacional, el de la imponente montaña de Santa Bárbara, al oeste, opuesto al de Meambar, con una altura de 2.777 metros sobre el nivel del mar.
En la zona también se localiza el parque arqueológico Los Naranjos, un milenario sitio que fue habitado por culturas precolombinas.
Aunque debido a la pandemia de COVID-19 los hondureños solamente pueden salir a partir del último dígito de su carné de identidad, o pasaporte los extranjeros.
«Hoy es nuestra primera salida desde que estamos con el toque de queda, nos hacía falta salir, mucho tiempo encerrados», dijo en Panacam Martín Sánchez, un turista de San Pedro Sula, en el norte del país, quien llegó al parque con su esposa y tres amigos.
Añadió que el confinamiento por la pandemia de COVID-19 «ha sido como una tortura», aunque ha servido «para estar más tiempo con la familia y compartir».
Sánchez lamentó que por el control para salir a partir del último dígito del carné de identidad, no pueden hacerlo el mismo día los cinco miembros de su familia.
Otro sector afectado por la pandemia es el transporte interurbano, que a partir del lunes fue autorizado para que las empresas trabajen con más autobuses y pasajeros; con lo que discrepan algunos sectores ligados a la saludad, porque consideran que puede provocar un rebrote de la COVID-19, que en Honduras ha dejado más de 2.000 muertos y cerca de 69.000 contagiados.
El turismo, en condiciones normales, le genera a Honduras más de 800 millones de dólares.
Por: EFE
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