México 

La pregunta, literalmente, sigue en el aire: ¿las microgotas de saliva que los seres humanos expelemos simplemente al hablar o exhalar y que se propagan como si fueran un aerosol podrían ser una vía de contagio más allá del contacto directo entre personas o a través de objetos contaminados con el SARS-CoV-2?

Sigue en el aire porque es justo en ese medio en el que esas gotas minúsculas -que miden milésimas de milímetros- pueden permanecer flotando y portando el virus que causa la COVID-19, de acuerdo con lo que la evidencia científica sugiere hasta el momento.

Y mientras la comunidad científica aporta más datos y la Organización Mundial de la Salud (OMS) acepta revisarlos, la pregunta ha llevado a interpretaciones imprecisas expuestas por algunos medios periodísticos, desde mayo de este 2020 a la fecha, sobre si el virus “está” o “no está” en el aire que respiramos y si es necesario el uso de cubrebocas.

El problema con esas interpretaciones es que la respuesta no es si el nuevo coronavirus “está” o no en el aire, sino cómo puede permanecer suspendido en determinados ambientes, por cuánto tiempo y en qué condiciones representa más riesgo, principalmente ahora que los países comienzan a retomar sus actividades económicas y sociales.

Esto exige una explicación

El día 7 de julio en conferencia de prensa las responsables técnicas de Prevención de Infecciones y del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS, Benedetta Allegranzi y Maria Van Kerkhove, respectivamente, reconocieron que existen nuevas evidencias de que la COVID-19 tenga “una posible ruta de transmisión aérea”.

Eso, luego de la insistencia de la comunidad científica de que existen pruebas del riesgo de infección a través de esas micropartículas de saliva, conocidas como aerosoles, que se acumulan y son captados por corrientes de aire que las transportan a distancias incluso mayores a seis metros y permanecen prácticamente flotando, especialmente en lugares cerrados y sin ventilación abierta.

La presión definitiva hacia la OMS llegó el día 6 de julio de este 2020 a través de un artículo académico titulado “Es hora de abordar la transmisión aérea de COVID-19”, que cuenta con el respaldo de 239 científicas y científicos, y fue enviado a esa institución internacional.

En el documento, que todavía debe ser revisado por más especialistas para validarlo, se expresa la “preocupación por la falta de reconocimiento del riesgo de transmisión por la vía aérea y la falta de recomendaciones en el control de medidas” en contra de esa posible forma de contagio.

También existen otras investigaciones, como la publicada en abril de este 2020 por un equipo de ingenieros civiles, mecánicos y aeronáuticos que estudiaron cómo podrían estos aerosoles respiratorios ser transportados en una estela de aire de hasta cuatro metros en espacios abiertos entre personas que caminaban o corrían al aire libre, o andaban en bicicleta.

De acuerdo con las especialistas en virología, Sara Sosa Delgado y Selene Zárate, aunque el estudio fue ampliamente difundido en redes sociales, al no haber sido evaluado por pares, sus resultados deben considerarse preliminares.

Además, se trata de simulaciones de la producción de gotas de saliva, es decir, no se analizaron específicamente las partículas del SARS-CoV-2 ni cómo se transportan en gotitas respiratorias en condiciones de la vida real. Tampoco prueba ni sugiere que los riesgos de infección aumentan si alguna persona va detrás de un corredor.

Por: Susan Irais y Luis R. Castrillón/ Red Mexicana de Periodistas de Ciencia