Santiago, Chile.
La dictadura de Augusto Pinochet, la pobreza y el feminismo son algunos de los temas tratados por los participantes chilenos de un proyecto de dramaturgia impulsado por el Royal Court Theatre, un teatro de Londres que busca dar alas a escritores emergentes de todo el mundo.
Esta es la tercera edición latinoamericana del programa, en el que participan siete jóvenes peruanos, y que busca acompañarlos durante un año y medio en su proceso creativo hasta desarrollar un texto listo para ser puesto en escena.
En torno a una mesa en una cafetería de Santiago, tres de los siete seleccionados de Chile compartieron cuáles son las inquietudes que les empujan a escribir teatro, un área que carece de oferta formativa en el país sudamericano, según reconocieron todos ellos.
«De cada cien actores, hay diez directores y solo un dramaturgo. Muy poca gente se dedica a escribir teatro y por eso hay un vacío en las escuelas que están centradas en la actuación», explicó Alfonso Arenas, el jefe de educación de la Fundación Teatro a Mil, la organización que seleccionó a las promesas del teatro chileno entre más de un centenar de candidatos.
«No tenemos tanta formación en Sudamérica, pero tenemos muchas ideas, conflictos políticos, mucha historia y memoria«, agregó Arenas, quien también cree que la mezcla de participantes chilenos y peruanos aporta riqueza al proyecto.
La dictadura militar de Pinochet (1973-1990), es una cuestión muy recurrente en las obras teatrales contemporáneas del país y los jóvenes dramaturgos siguen explorando este conflicto.
Raúl Riquelme, de 23 años, reconoce no haber vivido la dictadura en «carne propia» pero está escribiendo «La mujer maravilla», una obra que mezcla «elementos fantasía con la memoria histórica de Chile». Por su parte, Carla Fuentes, de 25 años, resume su texto como: «mujer, Latinoamérica y yegua», tres territorios «explotados y colonizados».
María José Pizarro, de 38 años, es la participante de mayor edad, pero comparte las inquietudes de sus compañeros y está escribiendo una obra sobre la pobreza y la desigualdad en la capital del país. «Mi obra se titula ‘Carpas’ y hace referencia a las tiendas de campaña que están apareciendo en Santiago.
Hay mucha gente sin recursos que se está instalando en parques, al lado de ríos, frente a hospitales», aseveró Pizarro. Por ahora, todos ellos complementan la creación de textos dramáticos con otros trabajos.
A pesar de la dura competencia por poder representar sus textos en alguna sala, los jóvenes dramaturgos reconocen tener una buena relación entre ellos porque cada uno destaca por su estilo propio: «todos somos muy diferentes».
«Este programa, desde Londres ha impulsado a otros países como Palestina, China, India o Cuba, viene a profesionalizar el oficio de dramaturgo«, explicó Arenas.
Desde la Fundación Teatro a Mil también se coordina un programa en dirección escénica que se desarrollará este mes de junio en Alemania con la participación de dos jóvenes.»
Es difícil afirmar una identidad latinoamericana y en este intercambio con Alemania o Inglaterra te das cuenta de que lo que hoy estamos haciendo es europeo o viene de una cultura que no nos pertenece», sostuvo Carlos Soto, uno de los participantes, de 24 años, quien también dijo que era necesario mostrarse «crítico».
Arenas coincidió con esta opinión y concluyó que con este programa esperan aportar «una experiencia más que una formación» para así validar las carreras emergentes: «nos interesa trabajar en el teatro que viene no el que ya está establecido».
Por: EFE / Patricia López Rosell
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