París, Francia.
Ciertos bichos viscosos o pululantes suelen generar reacciones viscerales de asco. ¿Pero acaso un gusano merece menos protección que un panda de ojos tristones? La imagen de los animales no es neutral en el interés que generan.
El tamaño, su rareza, su parecido con el ser humano, una forma extraña, su inteligencia, el comportamiento o el peligro en el que se encuentran son algunos de los múltiples factores que influyen en la reacción de un ser humano ante un animal.
«Pero uno de los más importantes es si es lindo. Características físicas como los ojos grandes o los rasgos dulces despiertan nuestros instintos parentales porque nos recuerdan a un bebé humano», explica Hal Herzog, profesor de psicología en la Universidad Estadounidense West Carolina.
Este especialista en relaciones entre el hombre y los animales pone como ejemplo la comparación entre un panda, con su máscara negra alrededor de los ojos, y otra especie asiática que corre aún más peligro, la salamandra china gigante. «Esta parece una gran bolsa de 65 kilos de baba marrón con unos pequeños ojos penetrantes». Las lombrices, sin ojos ni piernas, «parecen más una vida extraterrestre primitiva que un animal con el que pueda identificarse un humano», añade el profesor Herzog.
Sin embargo, son fundamentales para la vida del suelo, aunque al igual que gusanos, ratas y serpientes suelan inspirar asco. Un sentimiento «transmitido probablemente social o culturalmente en el seno de las familias», señala Graham Davey especialista en fobias de la Universidad de Sussex.
Según un estudio publicado en abril en PLOS Biology, la presencia «virtual» masiva de estas carismáticas especies en nuestras pantallas, en los libros infantiles, en las camisetas o las cajas de cereales hacen creer a la población que están igualmente extendidos en la naturaleza.
Pero la mayoría están en peligro. Y cuanto más raras son «más aumenta su valor para la medicina tradicional, para la caza de trofeos y por tanto son más cazadas, como ocurre con el rinoceronte», comenta el autor principal, Franck Courchamp, del CNRS.
Así que ya sean feos o bellos, conocidos o no, para evitar que ningún bicho quede de lado solo hay una solución, según los científicos: protegerlos a todos.
Por: AFP
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