Washington, Estados Unidos.

 

Cada primavera, los animales más grandes del mundo se trasladan desde su estación de reproducción invernal, a lo largo de Costa Rica, hacia el norte, la costa oeste de Estados Unidos para degustar su comida favorita: el krill, un minicrustáceo. La migración de ballenas azules, ha sido estudiada durante mucho tiempo, pero hasta ahora no se sabía cómo establecían su itinerario.

Un estudio realizado por investigadores gubernamentales y universitarios de Estados Unidos, publicado en las Actas de la Academia de Ciencias (PNAS), concluye que es la memoria la que guía a las ballenas azules, a diferencia de la mayoría de los animales terrestres, que a menudo hacen desvíos en sus periplos anuales para adaptarse a las variaciones de recursos.

Los investigadores observaron que su ruta inmutable correspondía al promedio de los picos de krill en un período de 10 años. «Usan su memoria o su experiencia pasada, como para cubrirse a sí mismas», dice desde Monterrey (California) Briana Abrahms, científica de la administración federal de los océanos, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), y coautora del estudio.

Sesenta ballenas fueron monitorizadas diariamente desde 1999 hasta 2008 usando etiquetas satelitales conectadas por ventosas. Las concentraciones de krill fueron controladas indirectamente por tres satélites, a través de la concentración de clorofila en el océano. La clorofila indica la presencia de fitoplancton, de lo cual se alimenta el krill.

El punto débil de esta estrategia es que las variaciones anuales se vuelven extremas con el calentamiento global, y pueden estar muy lejos del promedio que tanto les gusta a las ballenas.

Por: AFP.