Guadalajara, Jalisco

En un mundo saturado,“Dilemas vitales” ofrece una pausa, un espacio de escucha que apostó por la vulnerabilidad y la presencia. Una noche que solo pasó para quienes estuvieron ahí, tenues luces, la música acompañando los relatos y las experiencias, fue lo que dio fuerza a este proyecto.

La noche del 30 de noviembre, el Teatro Diana se convirtió en un espacio que rompería con el ritmo habitual del programa de la Feria Internacional del Libro 2025. Desde que el espectador entró en el auditorio quedó claro que “Dilemas vitales: de la idea a la experiencia” funcionaría con otras reglas: sin cámaras, sin grabadoras, sin la tentación de repetir nada. Lo que se escuchara ahí se quedaría ahí.

Una consigna se pretende seguir. El escenario vacío preparaban el ambiente para algo más íntimo que espectacular. Era una invitación a bajar la guardia y escuchar atentamente.

Las y los periodistas convocados, comunicadores y artistas de la tinta y la aguja, cada uno con trayectorias marcadas por la observación profunda del país, fueron entrando en escena. Hablaron desde lugares que pocas veces muestran en público, miedo, furia, tristeza.

No había necesidad de grandes actos escénicos. Bastó su presencia, la forma en que respiraban antes de comenzar o las pausas que dejaban caer cuando no encontraban una palabra exacta. Era evidente que estaban contando algo que les tocaba de cerca.

Acompañado con la música cortesía de Yolihuani y con la dirección de Jordi Navas, asistencia de Irene González, Diario Vivo, se transformó en ello. Acompañado, de las voces de Marcela Turati, Vanessa Robles, Emiliano Ruíz Parra, Roberto Morán, Laura García y Taba Murciño “Tata”,

Tabata, “Tata”, fue quien antes del evento compartió con su público, como de forma personal, cómo concibe este proyecto,  “Ha sido un ejercicio increíble y es mucho más confrontativo que esperaba”. Una prueba de lo que el público vería la noche del domingo.

Cada uno de los integrantes de este proyecto, con su sola presencia y la manera en que articularon esa mezcla de vulnerabilidad y claridad, logran conectar con el público. Se sintió como si estuvieran nombrando algo que varias personas tenían atorado en la garganta.

El cierre propuso dos interrogantes sencillas en apariencia, pero profundas cuando se formulan frente a otras personas: quiénes somos y qué nos moviliza. No se respondieron en voz alta; cada quien las guardó mientras caminaba hacia la salida.

Más que una función, “Dilemas vitales” fue un ejercicio de escucha donde las historias se volvieron palpables, casi físicas. Al terminar, no había fotos ni grabaciones que llevarse, pero sí una sensación compartida, aquella de haber sido parte de algo que solo existió durante esa noche.

Por: NCC Iberoamérica