América Latina y el Caribe.
Aunque los nuevos dispositivos de tabaco y nicotina se promueven como de menor riesgo respecto al tabaco convencional, especialistas reunidos en la Conferencia de las Partes para el Control del Tabaco (COP11) aseguran que no son libres de riesgo, por lo que los países deben regularlos con base en la evidencia y el principio de precaución.
Del 17 al 22 de noviembre, la COP11 reunió a 1400 delegados de 183 países, activistas y representantes de la sociedad civil para discutir y evaluar los avances que han hecho los Estados que forman parte del Convenio Marco sobre el Control del Tabaco de la Organización Mundial de la Salud (FCTC).
El Convenio es un tratado de salud pública creado hace 20 años con el objetivo de guiar a los países en la reducción del consumo del tabaco a través de medidas como el aumento de impuestos; la promoción de espacios libres de humo; o la prohibición de publicidad, promoción y patrocinio por parte de las tabacaleras.
Pero una reciente preocupación para muchos delegados es la ola de nuevos productos como vapeadores, bolsas de nicotina y productos de tabaco calentado que se venden y promueven, especialmente a través de redes sociales, como alternativas “menos dañinas” que el tabaco convencional y como una ruta para dejar de fumar.
Sin embargo, distintos estudios* científicos muestran que, si bien algunos pueden tener menos compuestos tóxicos, sus sabores, aditivos, azúcares y endulzantes pueden aumentar la adicción y atraer a nuevos usuarios.
Un grupo de trabajo de la Organización Mundial de la Salud, conformado por decenas de investigadores de países de economías avanzadas y países de ingresos bajos y medianos, analizó cientos de artículos científicos al respecto y describió sus resultados en un reporte publicado hace unos días y presentado en la COP11.
Uno de los autores del documento, Ghazi Zaatari, investigador del Departamento de Patología y Salud Poblacional de la Universidad Nacional de Beirut, dijo en una reunión con periodistas en Ginebra que la narrativa del daño reducido es engañosa.
“Estos productos contienen muchas toxinas, menos que los cigarrillos convencionales, pero siguen siendo perjudiciales. Un ‘menor’ riesgo no significa libre de riesgo”, dijo a SciDev.Net.
“La industria no está reduciendo daños con sus nuevos dispositivos; si realmente se quiere reducir el daño, hay que dejar de fabricar productos que matan a la gente”, agregó.
Uno de los aspectos analizados en el documento son los sabores, como el mentol o las frutas, que se añaden a los productos de tabaco y nicotina con el fin de mejorar la experiencia sensorial de los usuarios y enmascarar el sabor desagradable o la “sensación en la boca” del tabaco o el humo.
De acuerdo con el reporte, los sabores químicos y los aditivos pueden ser tóxicos dependiendo de las concentraciones utilizadas. Hay evidencia de que al inhalar estas sustancias a través de cigarrillos o sistemas electrónicos de administración de nicotina se reduce el funcionamiento óptimo de las células.
Y no sólo son los sabores. Ahora hay nuevas sustancias químicas (coolers) que no producen sabor, pero sí la sensación de frescura. Y aunque se han hecho algunos estudios que prueban potenciales efectos toxicológicos, también reconocen que se deben investigar los umbrales de toxicidad al inhalar estas sustancias.
Lo mismo sucede con las nuevas bolsitas de nicotina que ya se venden en varios países de la región. El reporte dice que mientras que un cigarrillo convencional puede oscilar entre 0,1 mg y 2,7 mg de nicotina según la marca, “la concentración en las bolsitas de nicotina puede variar de 1 a 30 mg por porción”.
Esta variación tan grande en el contenido de nicotina y nuevas sustancias como las sales de nicotina, que se añaden para facilitar la disolución de la sustancia en la saliva, revelan la urgencia de que haya más investigación para estudiarlos.
“El daño que producen estas sustancias lleva tiempo y tener datos sobre esto puede tomar años. Pero con lo que sabemos es suficiente para aplicar el principio de precaución”, afirmó Zaatari.
En los Sistemas Electrónicos de Administración de Nicotina, el desafío está en entender cómo interactúa la forma de nicotina que contiene (por ejemplo, sal, base libre) con otras características del dispositivo (voltaje, temperatura).
Se ha mostrado que la potencia del dispositivo cambia la forma en que las personas experimentan el sabor, pero se necesitan estudios longitudinales para profundizar en el papel de los sabores en la iniciación, la adopción y el uso continuado de estos productos.
Los especialistas también denominaron el uso de azúcares y endulzantes en productos de tabaco y nicotina como de “la más alta preocupación”.
Hay evidencia de que los altos niveles de azúcares en algunos productos de tabaco sin humo pueden contribuir a la alta prevalencia de caries dentales, enfermedades periodontales y otros problemas de salud bucodental.
Y aunque también necesitan más estudios para explorar su toxicidad, se ha visto que el metabolismo de los azúcares por las bacterias bucales puede dar lugar a la producción de acetaldehído, que daña el ADN, lo que podría contribuir al riesgo de cáncer oral en los consumidores.
El informe es claro en que el uso de estos aditivos puede provocar un mayor atractivo, palatabilidad (son agradables al paladar) y adicción entre usuarios jóvenes, por lo tanto, recomiendan a los Estados regularlos para reducir la adicción y el atractivo.
Tenemos que entender que “productos como los cigarrillos electrónicos son un gran reclutador”, dijo a SciDev.Net Inti Barrientos, investigador del Instituto Nacional de Salud Pública, en México, quien no participó en el reporte.
“Aunque tuviera esa reducción de daño en el consumo, al reclutar a más personas en la adicción solo está acrecentando el daño social. Sería menos dañino a la persona, pero dañan a más personas”, afirmó.
El daño ambiental
Pero el daño no es solo a la salud, sino al ambiente. En la COP11 se discutió ampliamente la evidencia sobre los daños al ambiente de la producción del tabaco y la necesidad de estudios más exhaustivos sobre su impacto ambiental.
De acuerdo con algunos estudios, las colillas de cigarro son el objeto más desechado de la Tierra y el más común en las playas, pues se desechan más de 9 mil millones de colillas al año en todo el mundo.
Además, se sabe que el cultivo de la hoja de tabaco (32 millones de toneladas) emite el equivalente a más de 80 millones de toneladas de dióxido de carbono y requiere unos 22 mil millones de metros cúbicos de agua en la producción.
Pero los residuos relacionados con los cigarrillos electrónicos pueden ser más peligrosos que las colillas porque contienen metales, circuitos, cartuchos de plástico desechables, baterías y productos químicos tóxicos en los e-líquidos.
El informe de Truth Initiative afirma que las baterías de ion de litio en cigarrillos electrónicos pueden explotar y provocar incendios en camiones de basura; además de que las sales de nicotina y los metales pesados pueden filtrarse en el suelo y el agua, y afectar la fauna.
“De cara a la evidencia científica, los daños que provocan los productos del tabaco al ambiente son innegables”, dijo en la conferencia de prensa de cierre de la COP11 Reina Roa, presidenta de la conferencia y directora general de Salud Pública de Panamá.
“Y esto pasa en todo su proceso de producción hasta el consumo, y por qué no decirlo, en el proceso de descarte de sus desechos. (…) Es necesario que hagamos ese vínculo indeleble entre la salud y la salud ambiental”, aseguró.
Para Cristina Lustemberg, médico pediatra y actual ministra de salud de Uruguay, un país líder en el control del tabaco, los países deben intensificar las medidas para el control del tabaco y de estos nuevos productos, pero sin olvidarse de la educación.
“En Uruguay tenemos que el 9.9 por ciento de los adolescentes entre 12 y 15 años usan estos cigarrillos electrónicos con una baja percepción de riesgo”, dijo a SciDev.Net.
“Por eso tenemos medidas dirigidas a promover información, porque no podemos llegar a imponer, debemos tener marcos regulatorios, pero después muchas campañas de educación”.
Por: Aleida Rueda vía SciDev.Net América Latina y el Caribe.
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