Investigadores del Centro de Investigación en Contaminación Ambiental (CICA) de la Universidad de Costa Rica y del Instituto de Acueductos y Alcantarillados confirmaron la presencia de 29 compuestos que forman parte de fórmulas utilizadas cotidianamente en hogares, comercios e industrias.

Estos se hallaron tanto en las entradas como en las salidas de agua de cuatro plantas de tratamiento del Valle Central, una región que alberga a la mayor parte de la población del país y donde se ubica la capital.

Los cinco ingredientes activos de mayor preocupación encontrados son cipermetrina, diazinón, cinerina II, diurón y terbutrina. En todas sus detecciones, dichos pesticidas superaron los límites seguros para la vida acuática, lo que sugiere un peligro sostenido en los cuerpos de agua que reciben los efluentes.

Su presencia, además, tiene implicaciones para la salud humana, ya que pertenecen a familias químicas que en la literatura científica se han asociado con daños al sistema nervioso y alteraciones de procesos hormonales.

Otro hallazgo relevante fue que cinco de los pesticidas detectados (cinerina II, flubendiamida, diclorán, bifenilo y 1,4-dimetilnaftaleno) nunca antes habían sido reportados en aguas residuales urbanas.

Víctor Castro Gutiérrez, uno de los autores de la investigación, precisó a SciDev.Net que “el uso urbano de la cinerina II corresponde a insecticidas naturales de jardín y huertas urbanas, así como para controlar mosquitos, moscas y cucarachas a nivel doméstico. La flubendiamida también se usa como insecticida y su presencia en aguas residuales urbanas puede asociarse al uso ornamental”.

Detalló que el diclorán es un fungicida para el control de mohos en plantas domésticas, mientras que el bifenilo es utilizado como preservante en frutas cítricas. Por otro lado, el 1,4-dimetilnaftaleno es utilizado en desinfectantes en spray.

Para evaluar el impacto real de estos residuos, el equipo aplicó dos herramientas complementarias: un cociente de peligro, que compara las concentraciones halladas con los niveles considerados seguros para la vida acuática, y experimentos de toxicidad en tres organismos centinela: la pulga de agua Daphnia magna, la bacteria luminiscente Aliivibrio fischeri y semillas de lechuga Lactuca sativa.

El análisis, publicado el 15 de noviembre en la versión impresa de Environmental Pollution, buscó entre 442 principios activos de pesticidas, una metodología inédita en América Latina.

Individualmente, 17 compuestos exhibieron alto riesgo ambiental. Sin embargo, a nivel de muestras, todas (tanto las del agua que entra como las del agua que sale) cayeron en esa misma categoría debido al efecto combinado de la mezcla de pesticidas.

“Este es el primer estudio que ha abordado dicha problemática en la región, con el objetivo de servir de insumo para en un futuro proponer estrategias que mitiguen su impacto”, comentó Castro Gutiérrez vía correo electrónico.

Para Rosalía Cruz, investigadora del Departamento de Recursos de la Tierra de la Universidad Autónoma Metropolitana (México), y quien no participó en el estudio, los hallazgos trascienden a Costa Rica y ratifican que en Latinoamérica hay una limitación estructural subatendida por las instancias gubernamentales.

En entrevista con SciDev.Net dijo que “las plantas de tratamiento están preparadas para un agua residual ‘común’, no para químicos derivados de pesticidas”, por lo que no sorprende que los efluentes sigan transportando ese tipo de contaminantes.

Jon Molinero −miembro de la ONG Yemanyá-Agua y Conservación (Ecuador) y quien tampoco fue parte de la investigación− coincidió, y advirtió a SciDev.Net que “no existe una tecnología única capaz de eliminar mezclas tan diversas; muchas sustancias pasan sin degradarse”.

Según la política nacional vigente hasta 2045, menos del 15 por ciento de la población de Costa Rica está conectada a plantas de tratamiento. En varias de esas instalaciones, Castro Gutiérrez y sus colaboradores notaron que el agua salía con una mayor concentración de pesticidas, algo que podría deberse a que estos se desprenden de los sólidos que llegan a la planta o se modifican durante el proceso.

Rosalía Cruz considera que el reto ahora es ir más allá de los análisis. “El problema requiere diálogo con quienes toman decisiones sobre saneamiento y planeación urbana”, dijo, al señalar que los sistemas de tratamiento y la forma en que se diseñan las ciudades condicionan lo que finalmente llega a los ríos.

También para Jon Molinero el desafío es estructural. Desde su trabajo en Ecuador, observa una tendencia que afecta a la región: la rápida introducción de moléculas nuevas, procedente de la industrialización, frente a la lentitud para retirarlas del mercado.

“La industria saca compuestos continuamente, y retirarlos es muy difícil. Muchos se prohíben en países desarrollados, pero siguen comercializándose en naciones con regulación más débil”, concluyó.

Por: Carmina de la Luz vía SciDev.Net América Latina y el Caribe.