Ecuador.

La sensación de placer, motivación y recompensa al alcanzar una meta, recibir un elogio o comer tu comida favorita, tienen como protagonista a la dopamina, un neurotransmisor que impulsa el deseo y la satisfacción. Esta sustancia nos hace vivir con entusiasmo, pero mucha de ella también nos puede perjudicar.

“Al repetir constantemente una actividad de placer, empezamos a sobregenerar. Yo les pongo un ejemplo. Tenemos una llave de agua que la abrimos para llenar un vaso de agua, lo cerramos para beber. Pero, ¿qué pasa si empezamos a abrir, cerrar, abrir, cerrar, abrir, cerrar, abrir, cerrar? Si empieza a aislar y empieza a chorrear. Lo mismo va a ocurrir con nuestro cerebro. Si nos volvemos compulsivos con una actividad como el consumo de sustancias, conductas de tipo sexual, conductas de juego, empezamos justamente a dañar esta secreción normal de dopamina y nos volvemos adictos a ello”, explicó el psicólogo Cristina Andrade.

La dopamina permite la comunicación entre el sistema nervioso y otras partes de nuestro cuerpo. Una de sus funciones principales es activar el sistema de recompensa que está en el cerebro para indicarnos cuando algo es placentero y cuando no. Sin embargo, estudios demuestran que un desbalance o una cantidad muy alta de esta sustancia se relaciona con una serie de enfermedades y conductas peligrosas.

Cuando tenemos un elevadísimo nivel de dopamina ya no se puede regular. Empezamos a actuar mucho desde la impulsividad, siendo principalmente que podemos tener tendencia a la bipolaridad, tendencia a trastornos depresivos como el tipo límite también”, agregó Andrade.

Cuando el cerebro recibe estímulos dopaminérgicos constantes e intensos, comienza a adaptarse, por lo que disminuye el número de receptores de sensibilidad, lo que genera un efecto de tolerancia. Es decir, necesitamos más estímulos para obtener el mismo nivel de satisfacción. Todo esto claramente tiene repercusiones a nivel físico, psicológico y social.

La tecnología permite que uno no reciba la estimulación necesaria, por un lado, o también hiperestimulación, que sería ya un poco más, no sé hasta qué punto enfermizo o que o casi adictivo. Pero esta regla general ha hecho de que en cierta medida todos los seres humanos modernos estén vinculados cada vez más en un tipo de convivencia, en la cual prima no el relacionamiento normal, sino el estímulo directo”, dijo el docente de la Universidad Técnica del Norte, Jorge Torres.

Por todo esto, encontrar un balance es importante. Expertos en neurociencia y salud mental coinciden en que no se trata de demonizar la dopamina, sino de recuperar el equilibrio, reducir el consumo compulsivo de redes sociales, comida rápida o videojuegos, valorar actividades que generan placer más lento, pero más duradero, como la lectura, el ejercicio pueden ser una buena opción para regular nuestro organismo para que produzca solo las dosis necesarias de esta sustancia que nos hace tan felices.

Por: Universidad Técnica del Norte / Viviana Obando.