México.
En 1785, Guadalajara era una ciudad sin verdaderos hospitales, sin plan de emergencia y se aproximaba a una oleada de personas hambrientas, enfermas y desesperadas. Era una situación imprevista y sin solución aparente. La comida era cada vez menos, las personas eran cada vez más.
En medio de la desesperación hubo una mirada que vio más allá del miedo. Fray Antonio Alcalde pensaba en soluciones. Decidió usar sus recursos personales y los de su iglesia para alimentar a los hambrientos.
Eran días oscuros y aterradores. Las cosechas se habían perdido y en el campo y en la ciudad cada día decenas de personas morían de hambre.
Fray Antonio Alcalde decidió hacer algo para resolver la situación. Era el líder de una comunidad paralizada por el miedo y supo que si no actuaba pronto, el desastre podría ser mucho peor.
Su primera medida fue ayudar a la gente del campo para evitar la migración a la ciudad. Estableció tres comedores para los más necesitados en tres parroquias de la ciudad. Imagina a 2 mil personas, familias enteras, aliviando su hambre cada día gracias a estas acciones.
La ayuda fue más allá de los comedores. Fray Antonio prestó sin intereses dinero al ayuntamiento de la ciudad para comprar alimento y venderlo a bajo precio y evitar el acaparamiento. Cada día alivió el dolor de las personas. Al final de todos estos esfuerzos, Fray Antonio Alcalde había salvado miles de vidas, pero más que nada, había cambiado para siempre a una ciudad.
Después del terrible azote de la hambruna, Guadalajara se enfrentó a una nueva adversidad. Había una extraña epidemia que se propagaba a una velocidad aterradora. Más de 50 mil vidas se habían perdido y no se veía una solución cercana.
A falta de un hombre para esta tragedia, la población la bautizó como la bola. En Guadalajara había dos hospitales, el de San Miguel, donde hoy está el Mercado Corona, y el de San Juan de Dios, frente a lo que hoy es el mercado. Poseían solo unas cuantas camas, un personal muy reducido y pésimas condiciones de higiene. En lugar de ser centros de salud, en muchas ocasiones fueron un foco de infección.
Para Fray Antonio Alcalde era claro que la ciudad no podría sobrevivir otro brote epidémico con esos recursos. Decidió fundar un gran hospital preparado para mil pacientes y hasta para el doble en caso de una emergencia. Como siempre hacía con sus planes, se encargó de aportar los recursos suficientes y conseguir los permisos.
Él puso la primera piedra, pero nunca lo pudo haber terminado. Sin embargo, su obra ha durado ya casi tres siglos gracias a su previsión. Más que un hospital, Fray Antonio le regaló a Guadalajara un claro ejemplo del poder de la voluntad y del amor.
Por: Hospital Civil de Guadalajara (HCG).
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