GOIÂNIA, Brasil.
Al menos el 83 por ciento de las especies animales y vegetales registradas en el Bosque Nacional de Carajás de Brasil son esenciales para garantizar su capacidad de seguir funcionando. De ese porcentaje de biodiversidad, un 60 por ciento está constituido por especies irremplazables.
Ello plantea un escenario desafiante para el futuro, dado que el 11 por ciento de las aves y el 9 por ciento de las plantas registradas allí tienen algún grado de amenaza.
Los datos provienen de un estudio sobre el capital natural de los bosques amazónicos, centrado en el Bosque Nacional de Carajás, publicado en la revista Ecosystem Services.
Dicho Bosque es un área de conservación ambiental con más de 351.000 hectáreas, ubicado en el sudeste del estado de Pará, región Norte de Brasil. Si bien se ve afectado por la deforestación, es una de las mayores áreas de bosque virgen protegido por la Amazonía oriental.
En el sitio, los investigadores registraron 47 especies de animales, incluyendo 122 abejas, 53 mariposas y 292 aves, además de 418 especies de plantas leñosa.
Nuevo enfoque
Tereza Cristina Giannini, investigadora del Instituto Tecnológico Vale y autora principal del artículo, explicó a SciDev.Net que el concepto de ‘capital natural’ se refiere a la reserva de recursos naturales. Abarca tanto elementos bióticos (plantas, animales y microorganismos) como abióticos (suelo, clima y agua).
El desafío de los investigadores fue crear una metodología que permitiese evaluar todos esos elementos. Finalmente establecieron dos categorías: la naturaleza para sí misma y la naturaleza para las personas.
La primera categoría identificó elementos clave que mantienen al bosque en pie –incluyendo la riqueza de las especies, las interacciones y la resiliencia– y los elementos que son irremplazables.
El otro componente (naturaleza para las personas) identificó las contribuciones de la naturaleza para el bienestar humano.
Incluyó la protección del agua, del clima, de las especies de polinizadores (abejas) que ayudan en la agricultura y producción de alimentos, de los árboles utilizados por las personas para diversos fines y el almacenamiento del carbono en el suelo y la vegetación, detalló Giannini.
Usando este enfoque, los investigadores delimitaron diez componentes para evaluar el capital natural de un bosque amazónico.
Para el geógrafo Alexandre Bezerra, consultor del Consejo Empresarial Brasileño para el Desarrollo Sostenible, que no fue parte del estudio, el enfoque aporta una “visión holística” para una evaluación del capital natural en los bosques tropicales.
“Vale la pena considerar el contexto biodiverso y cultural de la Amazonía y, además de los servicios ecosistémicos que benefician directamente a las personas, es necesario valorar también las funciones ecológicas intrínsecas de los sistemas únicos del bosque, el tiempo de la naturaleza y las dinámicas sociales que puedan garantizar la integridad y la resiliencia del ambiente”, señaló.
“Esta distinción amplía el alcance de la evaluación del capital natural y brinda una visión más integrada de la biodiversidad”, afirmó.
Regulación climática
Además de su resiliencia interna, el Bosque Nacional de Carajás cumple un papel crucial en el suministro de servicios ecosistémicos que benefician directamente a las comunidades y a la sociedad en general.
Las simulaciones realizadas en el marco del estudio mostraron que la eliminación del bosque daría lugar a un aumento de hasta 0,4°C en la temperatura de la cuenca donde se ubica Carajás. El bosque también actúa como un regulador hídrico, aumentando en 21 por ciento la evapotranspiración, proceso responsable del retorno de agua a la atmósfera.
Además, el bosque es una fuente de recursos esenciales para las personas.
El estudio determinó que de las 266 especies de plantas identificadas, el 42 por ciento tiene entre uno y cuatro tipos de uso en las comunidades tradicionales, especialmente la nuez de Brasil (Bertholletia excelsa) y el inuíba o jarana (Lecythis lurida).
“Muchas especies pueden y deben valorarse no solo desde el punto de vista de su existencia, sino como patrimonio de los países y también como activos que se pueden usar en aspectos económicos y sociales”, considera el biólogo José Leonardo Lima Magalhães, profesor de la Universidad Federal de Amapá, quien tampoco fue parte del estudio.
Para ilustrar la relación entre los pueblos del bosque con su medio ambiente, Lima menciona el manejo de los castaños nativos.
“La gente de la Amazonía sabe que para cosechar una castaña hoy fue necesario que sus padres y abuelos cuidaran debidamente el bosque hace 50 o cien años atrás. Es un conocimiento tradicional que debe ser valorado, respetado y monetizado para que no deje de existir y aún tenga inversión para expandirse”, asevera.
Polinizadores
De igual forma, el estudio revela que de las 122 especies de abejas identificadas, 28 son reconocidas como polinizadores de cultivos agrícolas en Brasil. En municipios cercanos al área protegida, 66 por ciento de los cultivos (entre 13 a 20 especies) dependen de las abejas polinizadoras.
Cultivos como el cacao, maracuyá y sandía tienen una dependencia de casi 95 por ciento de los polinizadores, mientras que el acaí y el tomate también muestras una alta dependencia (65 por ciento).
Políticas públicas
Para Giannini, este enfoque metodológico puede ayudar a las políticas públicas orientadas a la conservación, restauración y manejo sostenible de los hábitats naturales.
“Por un lado, indica las prioridades en términos de conservación y, por otro, la importancia de esos hábitats para las personas, reposicionando al ser humano como parte integrante de la naturaleza”, subrayó.
Bezerra complementa: “En la Amazonía, el bosque no es solo un conjunto de árboles y ríos, es un territorio vivo, moldeado durante milenios por las manos, los rituales y los conocimientos de los pueblos originarios y las comunidades tradicionales”.
Por: Luiz Felipe Fernandes vía SciDev.Net América Latina y el Caribe
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