Londres, Inglaterra.
Un equipo de científicos ha descubierto un nuevo fósil del pariente más antiguo de las aves acuáticas modernas, un animal que sobrevivió en la Antártida la extinción de los dinosaurios hace 66 millones de años, según revela un estudio publicado este miércoles en Nature.
La investigación, liderada por expertos de la Universidad de Ohio (EE.UU.), presenta el cráneo petrificado y casi completo del llamado ‘Vegavis iaai’, un ave catalogado solo parcialmente hasta la fecha que aporta ahora nuevas pistas sobre la evolución de sus descendientes, entre los que figuran patos y gansos.
Este fósil, de unos 69 millones de años de antigüedad y hallado en la Antártida en 2011, exhibe un pico largo y puntiagudo, así como una morfología cerebral única entre todas las aves descubiertas en el Mesozoico, un periodo caracterizado por el dominio global de los dinosaurios no aviares y aves primitivas.
No obstante, señalan los expertos, estas características sitúan a Vegavis en el grupo de las aves modernas, lo que demuestra su capacidad para acometer un proceso evolutivo exitoso y generalizado en todo el planeta.
«Pocos pájaros pueden generar tantos debates entre los paleontólogos como Vegavis. Este nuevo fósil va a ayudar a resolverlos todos. Principalmente, dónde se ubica Vegavis en el árbol de la vida de las aves», explica en un comunicado el principal autor del trabajo, Christopher Torres.
Los primeros estudios sobre Vegavis se remontan a hace dos décadas, cuando ya se sostenía que era un antepasado de las aves actuales y cuya evolución se entroncaba específicamente con la de las acuáticas.
Por contra, investigaciones más recientes han cuestionado su posición evolutiva, al recordar que la existencia de aves modernas antes de la extinción ocurrida al final del Cretácico es «extremadamente rara».
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El nuevo fósil, destaca Torres, despeja estas dudas, ya que este cráneo casi completo conserva varios rasgos relacionados con la forma del cerebro y los huesos del pico presentes en las aves actuales y, más concretamente, en las acuáticas.
Asimismo, precisa, las características craneales encajan con otras observadas en el esqueleto, lo que sugiere que Vegavis usaba sus patas para la propulsión submarina durante la persecución de peces y otras presas, una estrategia de alimentación más parecida a la de los actuales somormujos y colimbos.
«Este fósil demuestra que la Antártida tiene mucho que decirnos sobre las primeras etapas de la evolución de las aves modernas», aporta el coautor del estudio Patrick O’Connor, profesor de la Universidad de Ohio y director de Ciencias de la Tierra y Espaciales en el Museo de Naturaleza y Ciencia de Denver (EE.UU.).
Los restos de aves de la misma época halladas en otras partes del planeta tienen muy poco que ver con las aves modernas, mientras que los fósiles de esas zonas son tan incompletos que apenas aportan unos pocos datos sobre su identidad, tal y como ha ocurrido hasta ahora con Vegavis.
«Y esos pocos lugares con algún registro fósil aceptable de aves del Cretácico tardío, como Madagascar, solo revelan un número de extrañas aves primitivas con dientes y largas colas óseas, lejanamente relacionadas con las aves modernas. Algo muy diferente estaba sucediendo en el extremo sur de la Antártida», concluye O’Connor.