Buenos Aires, Argentina.
En un contexto de disparidad persistente con sus colegas del norte, científicos de países en desarrollo afrontan diversas dificultades para acceder a insumos imprescindibles para sus investigaciones. Con vistas a abordar esa situación, la red global Reclone financiará la aceleración de investigaciones biomédicas con tecnología de acceso libre en Latinoamérica.
Fundada en 2020, esa organización “busca abordar la dependencia de biólogos del Sur Global de fabricantes y proveedores de reactivos del Norte Global”.
Sobre esa cuestión profundizan, en teleconferencia con SciDev.Net, Camila González Rosas, profesora del Centro de Investigaciones en Microbiología y Parasitología Tropical (CIMPAT) de la Universidad de los Andes (Colombia), y los asistentes de investigación Paula Benítez Bolívar y David Duplat Torres, de esa misma casa de estudios.
“Las compañías intermediarias negocian con las casas matrices que producen los reactivos, con lo cual existen costos adicionales de importación”, plantea Duplat, que durante una estancia de investigación en Canadá comprobó cómo “los reactivos demoraban uno o dos días”, mientras que en su país “tardan al menos tres meses”.
“Es fácil que la cadena de frío se rompa en cualquier momento”, agrega. Mientras que los reactivos deben estar a temperaturas de entre -80 y -20 °C, en los aeropuertos –donde pueden demorarse hasta tres días– suelen descongelarse, lo que hace que se arruinen o disminuya su rendimiento.
Muchas veces los investigadores terminan dependiendo “de que nos presten reactivos en otras universidades o ciudades”, o de la generosidad de colegas del exterior, agrega González.
La opinión de un investigador
Lindomar Pena, investigador de la Fundación Oswaldo Cruz en Brasil, coincide en que los científicos de su país también “enfrentamos obstáculos considerables para la adquisición de reactivos, que hacen que los que se importan cuesten tres veces más que en Norteamérica o en Europa”.
“Con frecuencia se pierden debido a demoras, almacenamiento inadecuado o mal manejo en las aduanas”, coincide Pena, que no forma parte de la red.
Otros datos
Con vistas a revertir ese escenario, Reclone ofrece acceso a una colección de reactivos libres de patentes con aplicaciones en investigación genética y molecular, que en nuestra región permitirán avanzar en estudios de biodiversidad y programas de conservación de especies; detectar virus y bacterias responsables de enfermedades como chagas, dengue, chikungunya y zika; y desarrollar pruebas moleculares para diagnosticar enfermedades genéticas.
También propicia la producción de proteínas recombinantes, con aplicaciones en el desarrollo de vacunas, y el control de calidad en procesos industriales, mediante la disponibilidad de reactivos que detectan contaminantes.
“Son herramientas diseñadas para ser replicables y económicas, lo cual es ideal para entornos con recursos limitados”, destaca María Teresa Damiani, secretaria de Investigación, Internacionales y Posgrado en la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) de Argentina y a cargo del capítulo latinoamericano de Reclone.
Más información
Esa comunidad cuenta con un foro de 209 usuarios que ya publicaron 10 protocolos –también de acceso libre– y desarrolló un kit de herramientas para la producción de enzimas claves que ya recibieron al menos 200 laboratorios, precisa Fernán Federici, profesor de la Pontificia Universidad Catolica de Chile (PUC) y también integrante de la red.
La iniciativa está financiada por el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg. Se trata de un monto “significativo”, a ejecutarse hasta fines de 2026, que sus beneficiarios pidieron no revelar.
El proyecto empezará por fortalecer el hub de la red en la UNCuyo. Más tarde se establecerán nodos en la PUC y en la Universidad Peruana Cayetano Heredia (Lima).
Los primeros pasos se centrarán en producir y optimizar reactivos. Para ello –adelanta Damiani– “se importará la colección de herramientas moleculares disponibles” en la Universidad de Cambridge, donde se originó el proyecto.
Esas herramientas se amplificarán y secuenciarán, para así replicar y sistematizar la colección, de modo que –a mediano plazo– investigadores de toda la región tengan asegurado un acceso equitativo a herramientas clave para sus tareas, mediante el desarrollo y la distribución de recursos “hechos en casa”.
También se prevén actividades de capacitación para científicos y académicos, y el apoyo a proyectos de investigación enfocados en conseguir diagnósticos y tratamientos más accesibles.
Primeros resultados promisorios
Los esfuerzos empiezan a dar frutos. Federici ya logró bajar “considerablemente” los costos de producción de enzimas en su laboratorio.
El precio de un kit importado, con cien reacciones para las dos más usadas, oscila entre los USD 231 y los 388. Ahora, en cambio, “tenemos casi todas las enzimas para nuestra investigación producidas «en casa», lo que nos permite abrir nuevos proyectos de tesis”.
El CIMPAT, que desarrolló un test de detección de dengue para implementar en zonas remotas, también avanza en ese sentido. Gracias a los primeros aportes de Reclone, “nuestras enzimas tienen una calidad alta, con ensayos muy consistentes”, celebra Duplat.
Como todas las enzimas producidas en el ámbito de la red, estas versiones son libres de patentes, y por lo tanto ya expiradas. “Las versiones comerciales han sido optimizadas y pueden resultar más resistentes a agentes inhibidores”, reconoce.
El trabajo de los investigadores de la red enfrenta otros desafíos, propios del sistema de ciencia y técnica de la región.
“Nuestra prueba de dengue se puede desarrollar en todo el país, pero [al intentar comercializarla] nos dicen que no es rentable”, lamenta González, que clama por “nuevos modelos de financiación y monetización del conocimiento” que –por ejemplo– beneficien a las mismas universidades que proveen infraestructura y recursos humanos.
“Necesitamos seguir fortaleciendo los lazos entre universidades y comunidad científica”, se entusiasma Benítez, que propone que en cada país latinoamericano haya un nodo especializado de esta y otras redes, para así generar sinergias que redunden en más y mejores investigaciones.
Por: Pablo Corso vía SciDev.Net América Latina y el Caribe.
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