En un escenario de demanda creciente de productos derivados de la ganadería, que genera 12 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y que se estima que aumenten 50 por ciento para 2050, es imperativo adoptar mejores prácticas para el sector.

El panorama es especialmente sensible en América Latina, que pese a ser hogar de solo el 13,5 por ciento de la población mundial, alberga el 28 por ciento del ganado global.

Ante este escenario, la Alianza de Bioversity International y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) inauguró recientemente en su campus de Cali (Colombia) las cámaras respirométricas “más avanzadas” de la región.

Se trata de 16 espacios sellados herméticamente que medirán, en tiempo real y bajo condiciones controladas, las concentraciones de metano (CH4) y dióxido de carbono (CO2) que vacas y ovejas emitan en su proceso digestivo.

El equipo a cargo del proyecto evaluará las emisiones correspondientes a 6.000 tipos de forraje pertenecientes a los bancos de germoplasma del consorcio de investigación CGIAR, con el objetivo de identificar aquellos con compuestos capaces de reducir la producción de GEI.

Luego de dos semanas de acostumbramiento a una dieta particular, cada animal pasará 24 horas en un recinto de acero inoxidable, de tres metros por 1,5, donde se medirán las emisiones.

“Es una muy buena noticia”, pondera ante SciDev.Net Anne Mottet, jefa técnica de Ganadería en el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA).

“Necesitamos esta clase de infraestructura para tener mejores mediciones”, agrega, “especialmente en los países de ingresos bajos y medios”, porque la mayor parte de las cifras disponibles se basan en sistemas templados de países de altos ingresos.

Las cámaras respirométricas “pueden revelar cuánto metano emite una vaca típica de una pequeña granja latinoamericana, y en qué medida podemos reducir esas emisiones con un mejor manejo”, destaca.

Luego de una fase de “descubrimiento y validación de un par de años” se buscará que productores, asociaciones y empresas adopten los forrajes recomendados, anticipa en diálogo telefónico Jacobo Arango, investigador principal del Proyecto de Forrajes Bajos en Metano de la Alianza.

En esa etapa será necesario “interpretar los resultados con cautela, considerando que las cámaras respirométricas no imitan las condiciones de pastoreo”, donde los animales deben hacerse del forraje por su cuenta, advierte Guilhermo Congio, investigador del Departamento de Ciencia Animal de la Universidad de San Pablo.

El monitoreo de cada animal, reportando cuánto forraje con potencial de disminuir GEI consumió, se plantea como uno de los principales desafíos.

 

Ciencia local, impacto global

 

Las pasturas, arbustos y leguminosas que componen el forraje son la principal fuente de alimento del ganado. Bien manejado, tiene el potencial de acumular carbono en el suelo e incrementar los ingresos para pequeños productores, entre otros beneficios.

“Necesitamos variedades bien adaptadas localmente, densas en componentes nutricionales, altamente digeribles y que no requieran demasiada agua”, precisa Mottet.

Asociar pasturas a legumbres como la alfalfa, tréboles o porotos “puede mejorar la calidad de forraje y reducir las emisiones de los fertilizantes, porque fijan naturalmente el nitrógeno de la atmósfera”, agrega.

En la etapa de investigación, los expertos de la Alianza también hallaron resultados favorables —es decir, inhibidores de GEI— en el forraje arbustivo leucaena de montaña, una leguminosa.

“Así pudimos convencer a los financiadores” de las fundaciones de Jeff Bezos, Bill y Melinda Gates, revela Arango, uno de los autores del estudio publicado en Agroforestry Systems.

Sin embargo, aunque elogian los esfuerzos por conseguir mejores forrajes, otros expertos prefieren recordar la baja participación de la agricultura en el total de emisiones. “Es oportunista que otros sectores de la economía culpen a la ganadería por las emisiones y el calentamiento global”, critica Congio, que trabaja para optimizar las mediciones de GEI del ganado latinoamericano.

El investigador plantea que “la sociedad en general ignora que los sistemas ganaderos, en especial aquellos con pasturas, pueden secuestrar carbono de la atmósfera a través de la fotosíntesis y los stocks del suelo”, compensando total o parcialmente sus emisiones.

Arango coincide: “Es casi imposible que los sistemas de feedlot actúen como sumideros de carbono, pero en potreros grandes y bien manejados, sí hay posibilidad de lograrlo”.

Aun así, ambos sistemas pueden realizar sus contribuciones mejorando la productividad del ganado, la calidad y digestibilidad de la comida; seleccionando animales resilientes ante el estrés por calor, inundaciones o enfermedades; y evitando la degradación o deforestación de la tierra causadas por la producción de forraje.

Para mejorar el acceso a forrajes más saludables en contextos desiguales como el latinoamericano, “necesitamos ampliar la producción de semillas, vinculando a las instituciones a cargo de identificar las mejores variedades con productores a pequeña escala, que pueden multiplicarlas y venderlas a otros granjeros”, propone Mottet.

 

Por: Pablo Corso vía Sciev.Net América Latina y el Caribe.